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Capítulo 10 Desenmascarados en público

¡Qué mala suerte, otra vez encontrarnos con esos dos! —dijo Sara. Julia sonrió con calma. —Haz de cuenta que no existen. Pero justo en ese momento, Diego y Andrea también vieron a Julia. Diego espoleó su caballo y se acercó de inmediato, deteniéndose frente a ella. Arrugó la frente y preguntó: —¿Qué haces aquí? Julia soltó una risa fría. —¿Y tú? ¿Qué haces aquí? Ya veo, así que esta es la "reunión urgente" de la que hablabas. La cara de Diego mostró un instante de incomodidad. Sara intervino con sarcasmo: —¿Así que ahora las reuniones urgentes se hacen en el club hípico? A este paso, la próxima será en la cama. El semblante de Diego se oscureció. —Si sigues hablando así, aunque seas amiga de Julia, no te lo voy a perdonar. —¡Adelante, atrévete a demandarme! —replicó Sara, alzando el mentón con arrogancia. La cara de Diego se tornó aún más sombría. Julia dio un paso rápido al frente, interponiéndose entre él y su amiga. —Diego, si te atreves a hacerle algo a mi amiga, voy a revelar públicamente la verdad de tu aventura con Andrea. —¡No te atreverías! —rugió Diego. —¿Y por qué no habría de atreverme? —replicó Julia sin titubear. Ella sabía que el escándalo de su romance con Andrea ya había circulado antes en la prensa, y que a Diego le había costado mucho dinero silenciarlo. Por eso estaba segura de que él no querría volver a ver esa noticia salir a la luz. En ese momento, Andrea se acercó montada en su caballo. Desde lo alto, miró a Julia con desdén. —¿Eso es lo único que sabes hacer? ¿Usar trucos sucios? Solo sabes aferrarte a un hombre y valerte de bajezas para perjudicar a otras mujeres. ¿De verdad crees que así lograrás que los sentimientos de Diego regresen a ti? Sara apretó los dientes, lista para insultarla, pero Julia la sujetó del brazo y le respondió a Andrea: —Tú misma, que cruzaste la línea con un hombre casado, ¿me acusas a mí de ser vil? ¿No te parece ridículo? —¿Y qué tiene de malo el amor? —Andrea levantó la barbilla con orgullo—. Tres años y no fuiste capaz de lograr que Diego se enamorara de ti. ¿No será que el problema eres tú? Pero claro, una mujer como tú nunca entendería lo que digo. Porque solo mujeres como yo, que sabemos cabalgar libres, independientes y seguras de nosotras mismas, somos las que de verdad hacen soñar a los hombres. Dicho esto, Andrea azotó las riendas y salió galopando a toda velocidad. Los presentes en el club hípico comenzaron a aplaudir con entusiasmo. Diego observó fascinado la figura enérgica de Andrea y, tras un largo instante, giró la vista hacia Julia para decirle: —Una mujer como Andrea nunca se preocupa por nimiedades como tú. Julia, espero que dejes de ser tan mezquina, y mucho menos me sigas hasta aquí para espiarme. Al terminar, espoleó su caballo y fue tras Andrea. Julia se quedó sin palabras. ¡Diego realmente pensaba que ella había ido al club hípico para seguirlo! Sara, furiosa, casi estropeaba con lágrimas el maquillaje de su cara. —¡Qué descaro el de Diego y Andrea! ¡Encima de todo, dicen que los seguimos! ¡Malditos! —No lo tomes en cuenta —dijo Julia con calma—. Cuando me divorcie, lo que hagan ya no tendrá nada que ver conmigo. —¡Pero yo igual me enojo! —protestó Sara. —Y esa tal Andrea, ¿qué presume? ¿Qué sabe montar a caballo, qué pilota aviones? ¡Tonterías! Tú estuviste en las fuerzas especiales, tú sí lo sabes todo. Y no solo montabas caballos, ¡conducías cazas de combate! ¿Quién es ella frente a ti? Y aun así se atreve a decirte esas cosas en la cara. Los ojos de Julia se iluminaron con un destello de añoranza, recordando los días en las fuerzas especiales, las jornadas con sus compañeros y la sensación de volar libre en los cielos a bordo de un avión de combate. —Vámonos, hoy vinimos a encargarnos de un asunto serio —dijo Julia. —¡Tienes razón! Hay que ir a ver a Bruno cuanto antes —respondió Sara, apresurada. Si dejaban pasar esta oportunidad, no sabían cuándo podrían volver a encontrar otra. El club hípico era muy grande, y Sara y Julia caminaron otros quince minutos antes de que por fin divisaran la silueta de Bruno. En ese momento, él estaba rodeado por varias personas, entre ellas el jefe Marcos, quien había colaborado antes con la empresa de Sara. Fue precisamente de él que Sara había obtenido la noticia de que Bruno asistiría al club ese día. Julia y Sara estaban a punto de acercarse cuando, de pronto, Diego apareció apresuradamente desde un costado y tomó del brazo a Julia. —¿Me sigues hasta este punto? ¿Qué demonios quieres lograr? —Yo no te sigo —replicó Julia, soltándose de su agarre. —¿Y entonces qué haces aquí? ¿No es obvio que me sigues? —dijo Diego con fastidio—. ¡Hoy vine a ocuparme de un asunto serio! Andrea le había contado que Bruno estaría en el club, y recientemente en los círculos de capital se rumoraba que tenía interés en invertir en el sector de los drones. Justo la nueva línea de proyectos de la compañía también se relacionaba con drones, así que Diego quería aprovechar la oportunidad para conocerlo y ver si conseguía esa inversión. —Yo también vine a ocuparme de un asunto serio —respondió Julia con firmeza. —¿Qué asunto serio podrías tener tú aquí? —Diego evidentemente no le creyó. Andrea se acercó y dijo: —Diego, no demores más en ver al señor Bruno. —Está bien —contestó Diego, y advirtió a Julia—: hoy es un día muy importante para mí. Será mejor que no me causes problemas. Andrea lo tomó del brazo y, al pasar junto a Julia, la miró con desprecio. —Una mujer capaz se convierte en apoyo para un hombre; una mujer inútil solo se deforma con celos y se vuelve grotesca. Luego miró a Diego y añadió: —Diego, enseguida haré que mi tío te presente al señor Bruno. Andrea era la señorita del Grupo Sol Andino, y su tío Mateo Sánchez tenía cierta relación con la familia López. En ese momento, Mateo estaba precisamente junto a Bruno. Diego la siguió en esa dirección. Mateo hizo la presentación. —Señor Bruno, esta es mi sobrina Andrea, la primera mujer capitana de AeroEstrella. Y junto a ella, el responsable de la Compañía Río Verde, el señor Diego. —Mucho gusto, señor Bruno. Ya nos vimos antes en el restaurante, ¿recuerda? Ese día también estaba presente el profesor Carlos —dijo Andrea, buscando estrechar vínculos. Bruno respondió con indiferencia: —No lo recuerdo. La cara de Andrea se tensó, y un destello de incomodidad cruzó su expresión. Diego intentó suavizar la situación. —El señor Bruno tiene muchísimos compromisos, es normal que no recuerde. Pero aquel día en el restaurante, cuando un hombre armado lo apuntó, usted no mostró ni un ápice de miedo, incluso contraatacó con firmeza. Eso me dejó una profunda impresión. Diego lo alababa con intención, pero Bruno parecía poco interesado y solo respondió con cortesía. Julia y Sara también se acercaron. Al ver que ella realmente se aproximaba, Diego arrugó la frente de inmediato. —Señor Bruno, un placer —dijo Sara directamente—. Soy Sara de SolTech del Pacífico. Nuestra empresa se dedica al desarrollo de drones y tenemos buenos resultados en la industria. Si el señor Bruno está interesado, siempre será bienvenido a conocernos. Con alguien como Bruno, de pensamientos profundos y reservado, Sara sabía que era mejor hablar sin rodeos. Pero su mirada se posó en Julia, que estaba al lado de Sara. —Señorita Julia, nos volvemos a encontrar. Ella esbozó una sonrisa forzada. —Sí, otra vez nos encontramos. —¿Y la señorita Julia, a qué vino hoy? —preguntó Bruno, alzando una ceja. —Soy empleada de SolTech del Pacífico, vine acompañando a nuestra jefa, Sara —respondió Julia. Al oírlo, el corazón de Sara se alegró. Que Julia lo dijera así significaba que ya había decidido unirse a su empresa. —Exacto, ella es experta en drones y será una pieza clave en mi compañía —añadió Sara. Las palabras hicieron que Diego arrugara la frente. —Julia, deja de hacer el ridículo. ¿No ves qué lugar es este? Y enseguida se volvió hacia Bruno. —Señor Bruno, disculpe. Julia trabajaba antes en mi compañía, pero hace poco renunció. No es ninguna experta en drones; en mi empresa solo era una empleada común.

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