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Capítulo 8

Amelia volvió sola a casa. En silencio, se ocupó de la herida en la frente y luego empezó apresurada a hacer las maletas. El collar, el anillo y el reloj que le regaló Xavier, las tarjetas escritas de su puño y letra, el álbum de fotos que tomaron juntos en fin...Todas las cosas relacionadas con él las fue metiendo en cajas de cartón, una y otra vez, para arrojarlas al contenedor de basura de abajo. Cuando tiró la última caja, el viento nocturno, cargado de enormes copos de nieve, le rozó la mejilla. De pie bajo la farola, de repente le pareció algo ridículo. Los recuerdos que una vez almaceno ahora no eran más que desechos en ese montón de basura. En ese preciso instante en que se dio la vuelta, ¡un saco le cubrió la cabeza de golpe! Apenas tuvo tiempo de reaccionar cuando un dolor agudo en la nuca la dejó sin fuerzas; en segundos todo se tornó negro y perdió por completo el conocimiento. Cuando volvió en sí, Amelia descubrió que seguía dentro del saco, con las manos atadas a la espalda y la boca tapada con un trapo. A través de las rendijas del saco, vio con descaro a Xavier sentado en un sofá elevado, abrazando a Natalia, rodeados de guardaespaldas. Uno de los guardaespaldas informó respeto: —Jefe Xavier, ya capturamos a la persona. Este es el matón que la señorita Amelia envió para acosar a la señorita Natalia. Natalia, encogida en los brazos de Xavier, murmuró con voz temblorosa: —Xavier, ¿por qué no lo dejamos así...? Llegaste justo a tiempo, en realidad no me pasó nada... Xavier soltó sonrió con furia y dijo: —Imposible. Con sus largos dedos, acarició con suavidad el rostro de Natalia, con una ternura casi inverosímil en su tono: —No tengo corazón para lastimar a Amie, pero si se atrevió a hacerte daño, al menos debo darte una explicación. —Ya que es alguien que ella envió, le advertiré para que no se atreva a hacer algo así de nuevo. Amelia sintió un escalofrío que le recorría el cuerpo. Por fin entendió la situación: "¡Todo esto había sido planeado por Natalia desde el principio!" Natalia fingió ser acosada por unos matones, luego sobornó a unos hombres para que la secuestraran, y engañó a Xavier haciéndole creer que era uno de los matones enviados por Amelia, todo para que Xavier, sin saber la verdad, la torturara. Trató de luchar con todas sus fuerzas, intentó llamar a Xavier por su nombre, pero con la boca tapada solo pudo emitir unos sollozos débiles. Natalia suspiró de repente "con compasión": —Entonces... que sean un poco más suaves, al fin y al cabo es gente de la señorita Amelia... La mirada de Xavier se endureció cada vez más: —¿Suave? Imposible. —Se atrevió a hacerte daño; le haré saber lo que significa mejor desear estar muerto antes que vivo. Unos minutos más tarde, Amelia fue arrastrada hasta una plataforma elevada. Debajo había una piscina de más de diez metros de profundidad, cuya superficie helada reflejaba la luz blanca y mortífera de las lámparas. Aún metida en el saco y atada con cuerdas, fue empujada sin piedad alguna desde el borde de la plataforma... "¡Bang!" El agua helada se precipitó en el saco en ese instante, y el enorme impacto hizo que sintiera como si sus órganos internos fueran golpeados por un martillo pesado. El agua invadía con furia su nariz y su boca, ahogándola hasta que todo se tornó negro ante sus ojos; sus pulmones parecían ser atravesados por miles de agujas, el dolor la obligó a encogerse de forma instintiva. —¡Ayuda...ayúdame...! Sin pensarlo su débil grito de auxilio fue ahogado por el agua. El saco, empapado hasta el tope, se volvía cada vez más pesado, arrastrándola hacia el fondo como un bloque de plomo. Luchó con todas sus fuerzas, pero la cuerda se apretaba cada vez más, hasta cortarle por completo casi la respiración. Justo en el instante en que su conciencia estaba a punto de desaparecer, la cuerda se tensó de repente y la sacaron del agua a la fuerza. —¡Cof, cof, cof...! Tosió con violencia, escupiendo el agua mezclada con sangre de sus pulmones, y antes de poder recuperar el aliento, su cuerpo fue empujado con rabia de nuevo hacia abajo. Una vez, dos veces, tres veces en fin... Cada caída era como si la estuvieran lanzando a un pozo de hielo; cada vez que la sacaban era como si le arrancaran la piel y los nervios. Una y otra vez, una tortura peor que la muerte. La conciencia de Amelia se volvía cada vez más borrosa; solo quedaba el zumbido ensordecedor en sus oídos y un dolor ardiente en los pulmones, como si fueran a estallar en cualquier momento. No sabía cuántas veces la habían sacado, cuando Natalia al final "conmovida" intervino al instante: —Basta...Xavier, ya no lo tortures más... Pero Xavier soltó una risa endemoniada: —Aún no ha terminado. Tomó la barra de hierro que le pasó uno de los guardaespaldas y se acercó a Amelia. —Quien se atreve a hacerle daño a los míos, tiene que pagar un alto precio. "¡Bang!" El primer golpe cayó con fuerza sobre su espalda; el cuerpo de Amelia se arqueó de repente, como si la hubieran electrocutado. Un dolor se extendió en un santiamén por todo el cuerpo; mordió con fuerza el trapo en su boca, pero aun así no pudo evitar que se escapara un gemido desgarrador. "¡Bang! ¡Bang! ¡Bang!" Un golpe tras otro, sin la menor piedad. Cada impacto parecía estar destinado a romperle los huesos, a destrozarle las entrañas. Amelia sintió el cálido líquido que se desbordaba por el borde de sus labios, resbalando por su barbilla y goteando por el suelo. Noventa y nueve golpes. Él mismo los dio, sin piedad uno por uno. Al final, Amelia ya no sentía más dolor. Su conciencia empezaba a desvanecerse cada vez más, todo se oscurecía intermitentemente ante sus ojos. Era como si su cuerpo estuviera hecho trizas, como si la hubieran arrojado a una picadora de carne. Cuando cayó el último golpe, se desplomó en el suelo como una simple muñeca de trapo, el charco de sangre bajo ella se extendía, empapando su ropa y tiñendo el suelo de rojo. "¡Cráck!" Él levantó su reluciente zapato de cuero y aplastó con fuerza los dedos expuestos de su mano. El sonido de los huesos al romperse fue indescriptible; el cuerpo de Amelia se estremeció de dolor, pero ni siquiera pudo gritar. Solo entonces Xavier retiró el pie, satisfecho, y se dio la vuelta para abrazar a Natalia entre sus brazos. Con sus largos dedos, acarició su cabello: —¿Te asustaste? —Ya está, se acabó. Le hizo un simple gesto a los guardaespaldas, como si estuviera deshaciéndose de una basura: —Llévense a esta persona. Tras decir esto, levantó despreocupado a Natalia en brazos y se marchó sin mirar atrás, sus zapatos pisaban el charco de sangre, produciendo un sonido pegajoso y húmedo. Por fin, el trapo en la boca de Amelia se fue aflojando poco a poco. Con sus últimas fuerzas, gritó su nombre con voz preocupante. —Xavier...Xavier... Su voz era tan débil como la llama de una vela en el viento, pero le costó toda la energía que le quedaba.

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