Capítulo 24
Pero Felipe aún no había aceptado volver con Adriana.
Al principio, pensaba que cuando se cansara de su pequeño juego, rompería con Gisela y volvería con Adriana.
Pero cuanto más tiempo pasaba con Gisela, más la quería.
Nunca antes alguien le había tejido una bufanda o un suéter a mano. Nadie había trabajado en tres empleos para que él viviera un poco mejor. Nadie había salido bajo un aguacero a comprarle medicinas cuando estaba enfermo.
Y, sobre todo, ninguna se había enamorado de él sin importar su apellido.
Ella era la única que no buscaba su dinero, la única que lo trataba bien de corazón.
Felipe ya no quería romper.
Quería estar con Gisela.
Ese día, en cuanto terminó el examen, llamó impaciente a su casa.
Mónica Díaz contestó: —¿Felipe, ya terminaste?
—Sí, terminé —respondió él, vacilando un segundo, como si reunir valor le costara—. Madre, tengo algo muy importante que decirte.
Mónica, animada, preguntó: —¿Piensas volver con Adri?
—No. En la universidad estoy saliendo con una chi

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