Capítulo 52
Seguir escondiéndose así no era una solución.
Era mejor dejar las cosas claras con él.
Ella era la que había sido decepcionada y engañada, ¿qué tenía que temer?
Felipe había hecho tantas cosas miserables; si ella las ponía todas sobre la mesa, ¿acaso Felipe seguiría pegado a ella, insistiendo sin vergüenza?
Gisela subió al auto de Felipe.
Felipe buscó un club y llevó a Gisela a un reservado.
—Entonces, ¿para qué me buscaste? —Gisela mantuvo una expresión impasible, con la mirada helada.
—Gise, me equivoqué. Te lo ruego, no me dejes, ¿sí? Dame otra oportunidad. —La voz de Felipe temblaba; él estaba nervioso, mantenía asustado.
Temía que Gisela lo rechazara, temía que ella desapareciera de su mundo una vez más.
El aura de Gisela desprendía una frialdad que hacía difícil acercarse; en sus ojos brillaba una luz gélida. —Es tarde.
El corazón de Felipe sufrió una punzada.
Él habló con voz rota: —Ya me enteré de la enfermedad de tu madre. Puedo cubrir todos los gastos del tratamiento, siempre

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