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Capítulo 4

La satisfacción en el rostro de Natalia casi se desbordaba. Después de algunas rondas más, volvió a perder. Esta vez, el castigo era sentarse en las piernas de un chico para cumplir la prueba asignada. Sin pensarlo demasiado, su mirada volvió a dirigirse hacia Álvaro. Sofía ya no pudo permanecer allí. Se levantó de golpe y, en voz baja, le dijo a su amiga más cercana que iba al baño. Aprovechó para escapar de aquel privado que la asfixiaba. Escondida en el baño, se enjuagó la cara con agua fría, pero las lágrimas siguieron desbordándose sin control. Pasó un largo rato antes de lograr calmarse y decidir volver a casa antes de tiempo. Al llegar a la esquina del pasillo, escuchó voces familiares que venían de la terraza. Eran Álvaro y sus amigos más cercanos. —Álvaro, ¿no crees que te excediste un poco? Vi a Sofía muy pálida. ¿De verdad no vas a ir a consolarla? La voz de Álvaro, helada, dijo: —¿Consolarla? ¿Para qué? Siempre termina pidiendo romper. Ya me harté. —La culpa es tuya por consentirla. Se acostumbró a amenazar con cortar cuando quería algo. Deja que aprenda la lección. —Cuando empiecen las clases en la Universidad del Norte, sin conocer a nadie, seguro te buscará. Entonces le das espacio para reconciliarse y no volverá a usar la ruptura como chantaje. El cuerpo entero de Sofía se quedó helado, como si la sangre dejara de fluir. Así que, en los ojos de Álvaro, todas esas rupturas que ella pedía desde la decepción y el dolor no eran más que caprichos, un simple método para amenazarlo. Y el castigo que él había ideado para ella, era humillarla delante de todos, besando a otra chica. Sin hacer ruido, dio media vuelta y bajó sola por las escaleras. El viento del verano la envolvía, pero el frío le hacía tiritar. En el trayecto de regreso, los recuerdos desfilaron por su mente como una película. Recordó cómo, con solo fruncir un poco el ceño, Álvaro se inquietaba y preguntaba si se sentía mal. Recordó cómo, cuando otra chica le entregaba una carta de amor, él la rechazaba de inmediato y corría a presumirle: —Sofía, hoy rechacé a otra, ¿no me vas a felicitar? Sofía se había acostumbrado a su cariño, a ser tratada como un tesoro. ¿Cuándo había cambiado todo? Desde que apareció Natalia. Álvaro rompió una y otra vez sus principios por ella, ignorando los sentimientos de Sofía. Ella notaba la atención especial hacia Natalia y, aun así, se aferraba a una última esperanza: usaba la ruptura para retenerlo, pero solo logró cansarlo más. Al final, cuando dejó de ser la única de Álvaro, hasta sus lágrimas se volvieron un error. Aturdida, sin darse cuenta, ya había llegado frente a su edificio. A lo lejos, distinguió a un cartero en la puerta. Seguramente había llegado la carta de admisión. Sofía respiró hondo y estaba por acercarse, cuando vio una figura alta y conocida de pie frente al cartero. ¡Era Álvaro! En sus manos tenía un sobre con el sello de la Universidad del Sur, y estaba a punto de abrirlo...

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