Capítulo 13
Sin darse cuenta, Lorena ya llevaba dos meses en Valmora.
Esa mañana nevaba levemente. Envuelta en su abrigo, salió del edificio.
El auto de Sergio ya la esperaba en la acera.
Durante ese tiempo él se había encargado de llevarla y traerla del trabajo, y ella poco a poco se había acostumbrado a su presencia.
—¡Buenos días, Lorena!
Saludó Sergio desde la ventanilla, levantando una bolsa de papel en la mano.
—¡El desayuno de hoy! Te compré tu pan favorito y un café.
Lorena se sorprendió. Al recibir la bolsa, el calor del vaso le recorrió las manos, despertando una tibia sensación en el pecho:
—Gracias, ¿cómo supiste que me gustan?
—Lo mencionaste en una reunión la semana pasada.
Sergio sonrió, y con naturalidad se acercó para acomodarle la bufanda que se había torcido.
El roce ligero de sus dedos alcanzó la línea de la mandíbula de ella.
En ese instante, una figura conocida apareció desde la esquina.
—¡Lorena!
Ricardo la esperaba a pocos metros, con los ojos rojos, el traje arrugado y el

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