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Capítulo 1

En el quinto año de matrimonio, Jaime Herrera le fue infiel. Mantuvo a una amante en secreto a espaldas de Andrea Medina. Cuando ella lo descubrió, no hizo ningún escándalo; simplemente, al día siguiente, persuadió a la amante para que se fuera de manera voluntaria con un empresario adinerado de Vallemar. Después de aquel día, Jaime regresó al hogar tan tranquilo con un entendimiento tácito y volvió a ser el esposo atento y cariñoso de siempre. Andrea pensó que solo había sido un pequeño incidente. Pero un año después... La empresa familiar de sus padres se declaró en bancarrota. Su padre, agobiado por una enorme deuda, sin pensarlo dos veces se arrojó desde un edificio; su madre fue ultrajada por los acreedores hasta morir y su hermano fue atropellado, quedando en estado vegetativo. Andrea, incapaz de soportar ese tremendo golpe, enfermó de gravedad y quedó postrada en cama. En el momento de su muerte, Jaime mostró una cara deformada por la ira: —En su momento, entregaste a Yolanda a ese miserable viejo, la condenaste a morir torturada en esa cama, ¡no le quedó ni un centímetro de piel sano! Debiste haber pensado que algún día te llegaría esto. ¡Andrea, este es tu castigo! Resultó que... Todo había sido parte de la venganza de Jaime contra ella. Andrea, postrada en la cama, pálida como la muerte, se quedó mirando fijamente al hombre al que amó con toda su vida, hasta que, finalmente, murió llena de rencor. Cuando volvió a abrir los ojos, estaba de pie justo frente a la puerta del despacho. Todavía respiraba agitada por la conmoción; el impacto y la tristeza seguían presentes en su corazón cuando escuchó voces provenientes del interior. Jaime estaba hablando por celular. —Gracias, amigo. Transfiere por ahora esa casa en las afueras a nombre de Yolanda, te debo este favor. Y recuerda, sobre todo, que Andrea no debe enterarse. Esa conversación tan familiar hizo que Andrea reaccionara de golpe. ¿Acaso había renacido? Sí, en su vida pasada, fue precisamente en este momento cuando, por casualidad, descubrió que Jaime tenía otra mujer fuera de casa. Al volver en sí, también escuchó desde adentro: —Yolanda es muy especial. Cuando estoy con ella me siento bastante relajado y lleno de pasión, no como con Andrea. Ella solo me hace sentir demasiado reprimido, aburrido y monótono. Solo necesito un respiro en el camino, y cuando me canse de jugar con ella, nada me impedirá seguir amándola. Escuchar esas palabras de nuevo le dolió tanto como antes. Andrea apretó los puños, recordando las últimas palabras que él le dijo antes de morir y no pudo evitar que los ojos se le enrojecieran. Recuperando un poco la compostura, regresó y se sentó en el sofá. Cuando Jaime salió y la vio, sorprendido, sus pasos se detuvieron en seco. —Cariño, ¿a qué horas regresaste? —Acabo de sentarme. Respondió Andrea, controlando sus emociones con calma. Al verla regresar antes de lo previsto, cuando se suponía que debía estar de compras, la sonrisa de Jaime se borró y enseguida fue sustituida por la inquietud. —Surgió un pequeño problema con un proyecto y tengo que regresar un momento a la empresa. El mismo pretexto que en la vida pasada. Andrea lo miró durante dos segundos, en silencio. —Está bien, ve tranquilo. En esta vida, estaba cansada y ya no quería seguir aferrándose a nada. Jaime no regresó en toda la noche. Mientras tanto, Andrea permaneció allí, sentada en silencio, hasta el amanecer. Cuando el primer rayo de sol entró por la ventana, se frotó los ojos, luego se levantó, se aseó, desayunó y salió de la casa. Primero fue a una firma de abogados y después se dirigió a Empresas Cielomar. La oficina de Jaime estaba justo en el último piso. Cuando Andrea salió del ascensor, no había nadie afuera, pero, desde el interior de la oficina, se escuchaban ciertos murmullos cargados de insinuación. —Mmm... Jefe Jaime, ya no puedo más... —¿Jefe Jaime? —Él se molestó de inmediato, apretó más fuerte su cintura y la embistió con más ímpetu, provocando de inmediato que la mujer debajo de él gimiera más fuerte. Luego, con voz ronca y profunda, entre caricias y órdenes, preguntó con lascivia: —Yolanda, no te estás portando bien. ¿Cómo deberías llamarme? La mujer tomó cariñosa su mano, sintiéndose en las nubes. —Cariño, no me atrevo más, uuuh... —¡Buena chica! Las uñas de Andrea se clavaron con fuerza en las palmas de sus manos. Aunque ya había visto toda la verdad, su corazón, en ese instante, no pudo evitar quebrarse en mil pedazos. Pasó mucho tiempo antes de que levantara la mano y tocara la puerta. Al entrar, vio a Jaime relajado, sentado tras el escritorio, con una expresión de total satisfacción, y le preguntó: —¿Por qué has venido? —Hay un documento que necesito que firmes. Enseguida, Andrea sacó de su bolso el acuerdo de divorcio. Lo abrió en la última página, donde iba la firma, y se lo extendió a través del escritorio. —¿Qué documento es este? Jaime lo tomó, apenas iba a echarle un vistazo. Cuando debajo del escritorio se escuchó un suave gemido; él se estremeció y se recostó hacia atrás. Al percatarse de la situación, tosió unas cuantas veces, tratando de disimular lo sucedido. Andrea fingió no oír nada. Sus uñas dejaron marcas en el bolso, tragó el nudo amargo en la garganta y respondió con firmeza: —Nada importante, solo es un acuerdo de traspaso de una propiedad. Al escucharla, Jaime no sospechó nada más. Con cierta prisa, tomó el bolígrafo del escritorio y firmó su nombre con soltura. Luego, dijo: —Para este tipo de cosas podrías mandar a alguien, no te desgastes por esto. ¿Acaso le preocupaba que ella se cansara, o tenía miedo de que descubriera algo? Andrea sonrió con ironía. —No te preocupes, solo será esta vez. Tú sigue con lo tuyo, yo me voy. Al salir de la oficina, sacó su celular y marcó un número. —El veinte por ciento de las acciones de Empresas Cielomar, puedo vendértelas a bajo precio. —De acuerdo, ¿cuándo firmamos el contrato? —En un mes. Para entonces, el divorcio ya habrá sido efectivo, y la empresa por la que tanto luchó también la dejaría atrás. “Jaime, en la vida pasada me odiaste por alejar a alguien. En esta vida, cumpliré tu anhelado deseo”.
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