Capítulo 24
Cuando despertó, estaba en una extraña mansión.
Jaime la mantenía recluida en una habitación; aunque no la había atado de pies y manos, a menos que saltara por el balcón, no tenía forma alguna de escapar.
Finalmente, Andrea dejó de luchar y se dejó caer derrotada al borde de la cama.
Jaime entró con una bandeja de exquisita comida, se agachó frente a ella y le habló con voz suave: —Cariño, debes de tener hambre. Hice que prepararan tus platillos favoritos.
Mientras hablaba, acomodaba con esmero los cubiertos.
Andrea alzó la mirada, y en sus ojos solo había una profunda frialdad.
De un manotazo tiró la comida al suelo y, enfadada, le exclamó: —¿Me trajiste aquí para tenerme simplemente como una mascota?
Jamás imaginó que él llegaría a tal extremo.
Jaime miró el desastre en el suelo, la garganta se le cerró y respondió enseguida con voz ronca: —No quería secuestrarte.
—Solo quería verte, pero tú siempre me evadías y no querías hablar conmigo. No tuve más opción que recurrir a esto. Solo

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