Webfic
Open the Webfic App to read more wonderful content

Capítulo 4

Aquellos sonidos se clavaban en los oídos de Bianca y perforaban su corazón. Ella apartó la cara con torpeza y las lágrimas brotaron sin contención. Recordó su primera vez con Félix, en la casa conyugal que él había preparado con tanto esmero. Él había sido tan tierno, tan cuidadoso, preguntándole una y otra vez si tenía miedo, si le dolía... Como si ella fuera la joya más frágil y valiosa del mundo. Y ahora, Félix estaba a unos pocos pasos de distancia, con otra mujer, representando ante sus ojos la escena más humillante e insoportable. Quiso escapar, pero estaban en un puente elevado, y allí era imposible encontrar un taxi. Solo pudo quedarse, como basura abandonada a un lado del camino, escuchando esos sonidos mientras el viento otoñal secaba sus lágrimas. Pasaron cinco largas horas antes de que la ventanilla del auto descendiera lentamente. Viviana apareció, sonrojada y satisfecha; con aire lánguido se recogió el cabello y dijo: —Sube, hace frío afuera. Bianca regresó al auto con movimientos mecánicos. El intenso olor a almizcle mezclado con el dulzón del perfume femenino le provocó un dolor punzante que la obligó a cerrar los ojos. Entonces escuchó la queja melosa de Viviana. —Félix... Lo dejaste dentro... ¿Y si quedo embarazada? Él soltó una risa baja y, con un tono indulgente y expectante que Bianca jamás le había oído antes, dijo: —Entonces que nazca. Quiero un hijo igual a ti. ¡Boom! La mente de Bianca quedó en blanco. Un hijo... Ella y Félix también habían hablado con pasión de tener hijos. En aquel entonces, a él le encantaba abrazarla por detrás, apoyar su mano sobre su vientre y susurrar que en el futuro tendrían dos. Un niño para proteger a mamá, y una niña para ser tratada como una princesa. Pero lo que más decía Félix era que la consentida siempre sería ella, que nadie estaría por encima suyo. Todas esas promesas tiernas, esas palabras susurradas con una sonrisa, esos sueños que alguna vez fueron reales... Ahora parecían tan lejanos, como recuerdos de otra vida. Mientras ella se perdía en esas memorias, escuchó a la dulce Viviana respondiendo: —De acuerdo, entonces cuando regresemos seguimos... Esta vez, tanto como quieras. Al volver a la mansión, Viviana y Félix se entregaron al desenfreno sin reparos. La sala, la cocina, incluso el descanso de la escalera... Todos se convirtieron en escenarios de sus batallas íntimas. Los sonidos lascivos retumbaban día y noche, atravesando las puertas y torturando los nervios de Bianca. Mientras tanto, ella se encerraba en su habitación, consumida por los dolores del cáncer. Abrazada al inodoro, vomitaba sangre fresca. Dentro y fuera de esa puerta había dos mundos opuestos. Afuera, la algarabía de la carne y la promesa de nuevas vidas; adentro, el silencio de la decadencia y la cuenta regresiva hacia la muerte. Hasta que, un día, afuera reinó un respiro de calma. Bianca, arrastrando su cuerpo débil, salió de la habitación y encontró a Viviana con un delantal, forcejeando en la cocina mientras intentaba preparar comida. Félix estaba sentado a la mesa, leyendo el periódico. Cuando vio a Bianca, los ojos de Viviana brillaron y, con un tono de falsa generosidad, dijo: —Llegaste justo a tiempo. Preparé muchos platillos para Félix, come también un poco. Considéralo un regalo de mi parte. Bianca negó. —No hace falta. Félix cerró el periódico con un golpe seco, con una expresión sombría. —Bianca, no seas desagradecida. Ven aquí. No tuvo más opción que acercarse. Sobre la mesa había platos en su mayoría quemados y pegados al fondo, de aspecto lamentable. Pero Félix los comía con naturalidad, sin cambiar de expresión. —¿Está rico? —preguntó Viviana con expectación. Él dejó los cubiertos y acarició su cabeza con ternura. —Está delicioso. El corazón de Bianca se contrajo de golpe. Los recuerdos la golpearon como un torrente. La primera vez que ella cocinó para Félix, el resultado había sido igual de desastroso, pero él lo comió todo, bocado tras bocado, y le revolvió el cabello con una sonrisa. —Mientras sea hecho por ti, siempre me sabrá delicioso. La ternura en la mirada de Félix, recordada ahora, lastimaba una y otra vez su corazón. —¿Y por qué no comes? —preguntó Viviana con fingida preocupación. Bianca, forzándose, tomó los cubiertos y probó un poco de los alimentos quemados. Apenas los tragó, un sabor metálico le subió por la garganta. Cubriéndose la boca, corrió al baño, se inclinó sobre el inodoro y comenzó a toser con violencia. El agua se tiñó de rojo en un instante. Apresurada, presionó la palanca para borrar el rastro de sangre. Pero Viviana la había seguido, apoyándose en el marco de la puerta y, con una voz agraviada y punzante, dijo: —¿Mi comida está tan mala? ¿Tan mala que te hace vomitar? Bianca, ¿acaso tienes algo en mi contra? Mientras hablaba, Viviana comenzó incluso a sollozar. Al escucharla, Félix llegó enseguida. Al ver a Viviana llorando, su expresión se endureció al instante. La rodeó con un brazo y la tranquilizó con suavidad. —No llores, cariño. Después, sus ojos se clavaron en Bianca. —Si no quiere comer, entonces que no lo haga en los próximos días. ¡Alguien, rómpanle la mandíbula!

© Webfic, All rights reserved

DIANZHONG TECHNOLOGY SINGAPORE PTE. LTD.