Capítulo 123
Javier siempre había sido un hombre cruel.
Cuando decidía hacer algo, lo llevaba hasta las últimas consecuencias; cuando perdía el control, actuaba con desenfreno, sin una pizca de compasión ni el más mínimo rastro de piedad.
De no ser así, no habría ganado la reputación de ser un hombre temido.
Sin embargo, en ese momento, al ver a Ana con los ojos enrojecidos, mirándolo con ternura mientras lo sujetaba con fuerza, Javier sintió cómo su dureza se resquebrajaba.
Ana le había dicho que quería volver a casa.
El ambiente en el reservado seguía siendo bullicioso.
Las risas y los comentarios subidos de tono se entrelazaban sin descanso.
El olor a alcohol de distintos tipos y el humo espeso del cigarrillo flotaban en el aire, todo era demasiado caótico.
Y justo en ese instante, Javier pensó que aquella muchacha pura y luminosa no debía estar expuesta a nada de eso.
Ni siquiera quería que los demás la vieran en ese estado.
De pronto, tomó su chaqueta y la colocó sobre la cabeza de Ana, luego

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