Capítulo 20

Ana dejó la taza de café y, con la mirada encendida, dijo: —Ajá, yo no estoy a la altura, tú sí. Ya eres casi la dueña de la casa. Entonces, ¿por qué no te casas con Javier? ¿Es que no te gusta? La dulzura en el rostro de Laura se congeló al instante; respiraba agitadamente, presa de la furia. —¡Tú…! Ana, en realidad, sentía una enorme curiosidad. El abuelo Pablo había dicho que Javier, con esa edad, todavía no encontraba esposa. Y ahora, viendo a Laura con aires de señora de la casa, ¿por qué no se había casado con él antes? De inmediato, aquella aparente dulzura de Laura se tornó sombría. —¿Te atreves a hablarme así? Créeme que, si ahora mismo ordeno que te largues de Residencial La Colina, Javier no diría ni una palabra en tu defensa. Ana llevaba tiempo deseando marcharse. En ese momento aún alcanzaba a llegar a tiempo para preparar la comida en el piso que había alquilado. Asintió enseguida. —Perfecto, entonces me voy. Regresó a su habitación, tomó la maleta que ya tenía lista y sa