Capítulo 59
Ana se quedó paralizada unos segundos.
De un salto, se puso de pie.
Con la voz algo rígida, dijo: —Te has despertado, voy a preparar el desayuno.
Al terminar, Ana salió rápidamente de la habitación.
Javier frunció levemente el ceño.
Esa Ana no era rencorosa; antes, sin importar cómo la pusiera en aprietos, siempre lo saludaba con una sonrisa radiante.
Javier, en realidad, no se preocupaba demasiado por lo que sintiera Ana; lo único que necesitaba de ella era esa presencia que lo envolvía y lo adormecía.
Pero en ese momento, Ana lo estaba evitando, y lo hacía sin sonreír.
Una irritación inexplicable lo invadió.
Pensó en la fiesta. Vaya, ni siquiera había tomado la iniciativa todavía, y Ana ya estaba mostrando su mal humor.
En realidad, Ana no estaba enfadada. Con su benefactor, apenas sabía tener mal genio.
Lo que pasaba era que no sabía cómo enfrentarse a Javier.
Había demasiadas cosas que no lograba entender.
En los dos días siguientes, la atmósfera entre ambos se volvió silenciosa.
A

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