Capítulo 12
Frente a su actitud desafiante, Javier se sentía cada vez más consumido por la cólera. Dio un paso tras otro hacia ella. —¿No es todo por dinero? ¡Lo que quieras sacarle a él, ahora mismo te lo doy!
Cuando parecía que realmente iba a sacar el teléfono para transferirle dinero, Clara lo interrumpió con sarcasmo. —Javier, no creerás que yo estoy con otros hombres también por dinero, ¿verdad? Estás equivocado.
Mientras hablaba, se levantó y se acercó a él, mirándole a los ojos.
—Te lo diré, Raúl es el chico guapo con quien salí a cenar la última vez. Nos conocemos desde hace medio año. Comparado contigo, un hombre de 34 años, él es joven, lleno de energía, tierno y romántico, y además me da toda la atención emocional que necesito.
—Así que he decidido tener un romance dulce con este chico perfecto. ¡Pedir dinero es tan vulgar!
...
Javier reprimió con esfuerzo la furia y, con voz ronca, preguntó: —¿Ustedes durmieron juntos?
Clara se burló con frialdad: —Sí. En ese aspecto no es peor que tú, todo fue armonioso. En estos seis meses hemos tenido más encuentros que tú en todo un año.
—¡Bam! Antes de que pudiera terminar la frase, él levantó la mano y le dio una cachetada.
Clara se quedó rígida, completamente atónita, con la mente en blanco.
Pero fueron solo unos cuatro o cinco segundos de distracción.
—¡¡Bam!! Con más fuerza, Clara le devolvió la cachetada con furia.
Sin darle tiempo a reaccionar, levantó su larga pierna y le propinó una fuerte patada.
Aunque no alcanzó sus zonas más sensibles, solo el muslo, fue suficiente para causarle dolor, y se notaba claramente la ira reprimida en su mirada...
Lo que ninguno esperaba era que Lilia, que acababa de entrar, presenciara toda la escena.
—¡Javier!
Lilia corrió rápidamente hacia ellos, mirando a su alrededor con preocupación. —¿Estás bien?
Al ver que Javier tenía un poco de sangre en la comisura de los labios por la cachetada, corrió a buscar una servilleta para limpiarle. Al terminar, se giró hacia Clara y le preguntó furiosa.
—¿Qué estabas haciendo? ¿Por qué viniste aquí? ¿Estás loca? ¡Golpeas demasiado fuerte!
Clara buscó una excusa casual. —Tu prometido intentó violarme. Solo estaba defendiéndome.
Lilia se quedó en shock y, de inmediato, respondió con voz airada: —¡Clara, cuida tu boca! Tú misma ya tienes una reputación de lo más ruin, ¡así que deja de ensuciarlo aquí!
Clara no tenía intención de perder el tiempo discutiendo con aquella mujer; incluso pronunciar una palabra más le resultaba agotador.
Pero Lilia volvió a acercarse, con la mirada llena de desconfianza, cuestionándola: —Te pregunto, ¿cómo entraste aquí? ¿Qué hacías en este lugar?
Después de todo, esta era la residencia más privada de Javier; aparte de la familia Gómez y de su prometida, ningún intruso podía entrar con facilidad.
—Pregúntale a tu hombre, ¿por qué tendría que explicártelo a ti?
Clara solo quería salir de aquel maldito lugar y se giró para ir al sofá a recoger su bolso.
—¡Habla claro! —Lilia se interpuso frente a ella, con los ojos bien abiertos y visiblemente alterada—. Clara, por más libertina que seas, eso no me importa, pero si te atreves a comportarte de manera vulgar delante de mi prometido, no lo dejaré pasar.
—¿Ah, sí?
Clara la miró con desdén y un sarcasmo evidente. —¿La dulce y magnánima señorita rica ya no puede controlarse? ¿No eras tan tolerante? ¿Por qué te pones agresiva conmigo? Cuidado con que tu imagen se desplome y todo tu esfuerzo anterior se pierda.
La ira de Lilia quedó congelada en su rostro...
Clara no volvió a prestarle atención, recogió sus pertenencias y se dirigió hacia la puerta del salón.
Al pasar junto a Javier, con un aire de revancha, rozó deliberadamente su robusto brazo.
Javier contuvo la respiración...
Lanzó una mirada de desdén hacia ella, mientras Clara se alejaba con una fría y astuta sonrisa, triunfante.