Webfic
Open the Webfic App to read more wonderful content

Capítulo 1

En la noche de bodas, Verónica Zambrano cayó inconsciente en la habitación nupcial con un cuchillo ensangrentado en la mano. A su lado, yacía su esposo Jairo Montoya, apuñalado y sin vida. Las pruebas fueron concluyentes. Verónica fue condenada a trece años por homicidio. Durante la audiencia, su mundo se derrumbó. Amaba a Jairo más que a su propia vida, ¿cómo podría haberlo matado? Pero sin importar cuántas veces explicara o apelara, nada cambiaba. Más de mil días y noches transcurrieron en un infierno. De día sufría golpes, insultos, agua helada que calaba hasta los huesos, y era obligada a arrodillarse para lamer restos de comida. Las reclusas la rodeaban, le tiraban del cabello con sonrisas crueles y la llamaban asesina. Por las noches, se acurrucaba con la foto de bodas, llorando por el amor perdido y la falsa acusación que la destrozaba. Intentó acabar con su vida una y otra vez. Cada vez que volvía en sí, la desesperación era aún más insoportable. El día de su liberación, la luz del sol le lastimaba los ojos. Arrastraba una maleta vacía, demacrada hasta los huesos. Y entonces, vio a su esposo muerto, Jairo. Con su traje impecable y la sonrisa que tanto había añorado, Jairo la abrazó. —Verónica, perdón por llegar tarde. Caí en coma aquella noche. En cuanto desperté, señalé al verdadero culpable. Ya eres libre. Tres años de tormento rompieron las defensas de Verónica. Ella se desplomó entre sus brazos, llorando sin soltarlo, temiendo que todo fuera un sueño. Él le acarició la espalda con ternura: —Ya pasó, volvamos a casa. En la familiar mansión, los adornos del vestíbulo, el sofá de la sala, los óleos en las paredes... Todo estaba igual. Por la noche, acurrucada en su pecho, escuchó el latido que tanto había extrañado. Verónica juró en silencio que compensaría con amor los tres años perdidos. Pero pronto notó señales de otra mujer en la casa. Bajo la almohada encontró un largo cabello castaño. En el vestidor, un camisón ajeno con perfume floral. Con el cabello en mano, fue a preguntar a Jairo si había una nueva empleada. La puerta del despacho estaba entreabierta. Su voz, alegre, se filtró con claridad: —Ya sabes, para entrar oficialmente en mi casa, hay que soportar los noventa y nueve azotes como prueba de fidelidad. No al punto de matar, claro, pero la tradición debe cumplirse. Su tono destilaba una satisfacción cruel: —Esa canaria fue astuta, fingió mi muerte y encerró a Verónica tres años solo para cumplir la regla. Soltó una risa baja y aún más despiadada: —Durante esos años, pude divertirme con otras sin ocultarme. Ahora que ella salió y demostró ser digna, ya me cansé de jugar. Es momento de volver a ser un buen esposo. El corazón de Verónica se detuvo en seco. Su voz, impregnada de una falsa ternura, continuó: —Pasaré el resto de mi vida curando las heridas de estos tres años y la mimaré por siempre. El mundo de Verónica se desmoronó en un silencio brutal. Todo el amor y la fe que la habían sostenido durante su calvario se pudrieron en un instante. La boda, el charco de sangre, las frías cadenas, los interminables golpes y humillaciones de la prisión. Todo había sido una elaborada prueba para demostrar cuánto lo amaba. Las reglas de la familia centenaria, esa supuesta prueba de fidelidad... Eran solo una excusa grandilocuente. En el fondo, él solo quería entregarse al adulterio sin perder a la esposa ideal. Un frío helado le recorrió el cuerpo desde los pies. Los dedos de Verónica, que apretaban aquel cabello, se clavaron en su propia palma. Giró sobre sí misma, rígida, y regresó a la habitación principal paso a paso. ¿Una prueba? —Jairo, pasé tu prueba de amor, pero qué lástima... Murmuró en la oscuridad: —Tú no superaste la mía. Quedas fuera.
Previous Chapter
1/23Next Chapter

© Webfic, All rights reserved

DIANZHONG TECHNOLOGY SINGAPORE PTE. LTD.