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Capítulo 2

Tras colgar el celular, Isabel calculó cuánto tiempo le tomaría resolver sus asuntos y compró un billete de avión para regresar a Lagoazul dentro de quince días. Justo después de comprar el billete, una enfermera llegó para avisarle de la revisión. Se sentó en la silla de ruedas y, al salir por la puerta y levantar la vista, vio un rostro muy familiar. Acababa de verlo en la galería de fotos. ¡José! En cuanto José la vio, la frialdad de su mirada se intensificó, endureciéndose como hielo en un instante. —¿Cómo supiste que estaba aquí? ¿Hasta el hospital has venido a seguirme? Isabel no esperaba que su primer encuentro con José tras perder la memoria fuera así. Además, él parecía aún más molesto con ella. Tardó unos segundos en reaccionar: —Te equivocas, no te he seguido. Tuve un accidente en la autopista y por eso estoy aquí recuperándome. José la miró de arriba abajo, frunciendo el ceño, y estaba por decir algo más cuando alguien salió de la habitación. Él fue directo hacia esa persona: —Lucia, acabas de recuperarte de la fiebre. Te dije que debías descansar, ¿por qué has salido? Al oír ese nombre, Isabel giró instintivamente la cabeza y vio a Lucia, vestida con un largo vestido blanco y el cabello suelto hasta la cintura. Las miradas de ambas se cruzaron en el aire. Lucia esbozó una leve sonrisa, sorprendida de ver a José acompañado. —Dentro de la habitación hace calor, así que salí a tomar el aire. José, ¿quién es ella? José endureció el gesto: —Es la mejor amiga de mi hermana, trabaja en diseño. No la conozco mucho. Al oír esto, Lucia sonrió amablemente, su tono era suave y cordial: —Señorita Isabel, mucho gusto, soy Lucia. ¿Te pasó algo? ¿Por qué tienes la cabeza vendada? Isabel asintió: —Sí, tuve un accidente de tráfico y sufrí una leve conmoción cerebral, por eso... Antes de que pudiera terminar la frase, la voz de una enfermera sonó a sus espaldas: —¡Isabel, la paciente de la cama 1124, es hora de los exámenes! Al escuchar esto, Isabel ya no tenía ganas de conversar con José y, tras despedirse rápidamente de Lucia, se dirigió apresurada hacia los exámenes médicos. Curiosamente, fue José quien, al notar esa actitud tan fría y diferente a la habitual, se quedó mirándola un momento más, frunciendo el ceño. ¿No era que, antes, cada vez que lo veía, ella lo perseguía sin descanso? ¿Ahora, de verdad, se marchaba tan fácil? Tras finalizar varios exámenes rutinarios, Isabel fue a la farmacia a recoger la medicación. Al pasar por el jardín, viendo lo agradable que estaba el día, pensó en tomar un poco de sol y se dio una vuelta. Apenas llegó junto al estanque, se encontró de frente con Lucia, que la llamó: —Señorita Isabel, también has salido a tomar aire, qué coincidencia. Isabel también se sorprendió de verla allí y la saludó con cortesía. Lucia, con gran naturalidad, enseguida comenzó a empujar su silla de ruedas mientras conversaba con simpatía. —José acaba de recibir una llamada y se fue a trabajar. Me quedé sola y me aburría un poco. ¿Por qué no charlamos? Como eres amiga de Beatriz y llevas años trabajando con José, quería preguntarte algo. Cuando estaba en el extranjero, oí que hubo una chica que lo persiguió durante siete años sin rendirse. ¿Sabes quién es? ¿Cómo la trataba José? Isabel se quedó rígida unos segundos, pero enseguida recobró la calma y contestó con voz serena: —No lo sé, pero si la persiguió durante siete años y, aun así, en su corazón siempre has estado solo tú, eso demuestra que eres la más importante para él.

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