Capítulo 5
—Vanessa, Moisés tiene fiebre. Haz que Facundo conteste el celular.
—Jaja, entonces Moisés se convertirá en un idiota por eso. Te lo digo de una vez por todas, Alma, ya estoy embarazada del hijo de Facundo. El niño que llevo en mi vientre será el verdadero heredero de todo el Grupo Horizonte Azul. Será mejor que tu Moisés se quede siendo un idiota.
Vanessa colgó satisfecha.
Alma continuó llamando, pero no pudo comunicarse de ninguna manera.
Ella observó cómo la fiebre de Moisés empeoraba cada vez más en sus brazos.
Todo su cuerpo temblaba sin control.
De inmediato llamó a Pilar.
Pilar, nerviosa, dijo: —Señora Alma, no puedo ayudarle. El señor Facundo ha dado la orden de que quien le lleve a usted o a Moisés siquiera un vaso de agua será despedido sin piedad.
Alma fue despreciada de nuevo.
En sus ojos sólo había dolor, mirando la batería del teléfono que apenas quedaba al cinco por ciento.
Dejó frustrada da Moisés a un lado.
Con todo su cuerpo se lanzó contra la puerta de madera, una vez, dos veces, tres veces...
Todo su cuerpo le dolía intensamente, pero no se detuvo.
Después de golpear la puerta cientos de veces, la puerta cedió.
Le dolían tanto los dedos que ni siquiera podía levantarlos, pero aun así tomó a Moisés en brazos y salió corriendo.
—Moisés, aguanta, pronto te llevaré al hospital.
Él niño ya había caído en coma debido a la fiebre.
Las lágrimas de Alma caían sin parar.
—Moisés, tranquilo te sacaré de aquí, te lo prometo.
Alma no sabía conducir, y nadie en la mansión estaba dispuesto a ayudarla; en plena madrugada, sólo podía suplicarle a Facundo.
Corrió desesperada hacia la mansión.
Subió corriendo las escaleras, abrazando a Moisés, y entró a la habitación de Facundo.
Lo vio abrazando con dulzura a Vanessa.
En los ojos de Facundo pasó una chispa de nerviosismo.
Pero respondió con frialdad: —Vanesita tuvo una pesadilla, por eso vino aquí.
Alma presenció esa escena candente entre ellos, pero ya no sintió absolutamente nada.
—Facundo, lleva rápido a Moisés al hospital, tiene fiebre.
A Facundo le quedaba un poco de conciencia.
Al acercarse y ver que Moisés realmente tenía fiebre, enseguida salió corriendo para llevar a Moisés al hospital.
Sin embargo, Vanessa, llorando, dijo: —Señora Alma, ¿cómo puede ser tan cruel? ¿Cómo puede dañar así a Moisés? ¿De verdad tiene que enfermar a Moisés y causarle fiebre para que Facundo se preocupe de esa manera por él?
La expresión de Facundo se ensombreció al escuchar esto.
Furioso, le devolvió a Moisés a Alma.
—Alma, lo hiciste a propósito para dañar a Moisés. Ya que fue tu culpa, entonces llévalo tú misma al hospital, caminando.
Facundo no quiso llevar a Moisés al hospital en auto.
Alma palideció.
—Facundo, acepto sin problema divorciarme. Te lo ruego, por favor, lleva ahora a Moisés al hospital. Tiene una fiebre muy alta, de verdad no puede esperar más.
Una expresión de asombro apareció de pronto en los ojos de Facundo.
A los ojos de Facundo, Alma nunca había sido una persona débil.
Siempre había sido escalofriantemente calmada. Incluso cuando estaba entre sus brazos, aparte de la vergüenza, solo quedaba una profunda calma.
Facundo estaba a punto de hablar.
Pero Vanessa, llorando, se agarró con dolor el vientre.
—Facundo, me duele mucho el vientre.
Él miró a Vanessa.
Su temblorosa mano, sin la menor reserva, tocó el vientre plano de Vanessa.
—Vanesita, ¿cómo te sientes?
Alma tiró furiosa de la mano de Facundo.
—Facundo, por favor, lleva rápido a Moisés al hospital, te lo ruego. Te daré lo que quieras: el divorcio, las propiedades, no quiero nada, sólo quiero a mi pequeño hijo.
Al escuchar a Alma mencionar el divorcio, Facundo se enfureció más.
—¡Jamás me divorciaré! Alma, eres mi esposa y eso nunca cambiará.
Pero Facundo tomó a Vanessa en brazos y se marchó a toda prisa sin mirar atrás.
—Ya que pudiste resolver lo de las fotos la vez pasada, entonces también podrás arreglártelas ahora con la fiebre de Moisés.
Alma, con Moisés en brazos, salió desesperada detrás del auto de Facundo.
—Facundo, te lo ruego, lleva a Moisés al hospital.
Pero él se fue a toda velocidad, sin detenerse ni un segundo.
Alma, viendo la determinación de Facundo, se rio con dolor de sí misma con amargura.
Ella se dio cuenta de que había cometido un error.
"Moisés, él no merece ser tu padre, tampoco merece mis logros de investigación."
Alma apresurada marcó el número de emergencias desde el teléfono fijo.
"Facundo, te lo rogué en el alma, pero si ni siquiera quisiste llevar a Moisés al hospital, nunca más tendrás otra oportunidad."
Dos días después.
Durante los dos días que cuidó de Moisés, Alma escuchó a lo lejos los comentarios de los demás.
—¿Saben? El señor Facundo reservó todo un piso del hospital sólo para su esposa, la consiente demasiado.
—Sí, el señor Facundo es realmente romántico, dicen que llevan diez años enamorados.
—¿Pero qué pasó con el asunto aquel en internet?
—No sé, tal vez esa mujer sólo se parece a la señora Alma, eso es lo que dicen en internet.
—Sí, el señor Facundo ama tanto a la señora Alma, que es absolutamente imposible que le haya quitado la ropa en público. Seguro que era alguien que se hacía pasar por la señora Alma y quería seducir al señor Facundo. Por eso, cuando el señor se enojó, actuó de esa manera.
Alma vio con alegría que la fiebre de Moisés ya había bajado.
Sabía que tenía que ir lo más pronto posible a la empresa para recuperar sus cosas, y ya tenía una idea de cuál era la contraseña.
Alma pidió a Felipe que cuidara de Moisés.
Ella se dirigió volando hacia la empresa.
Pero en el camino, un auto la atropelló violentamente.
Ella quedó tendida en el suelo, mientras la sangre comenzaba a salir a borbollones.
Escuchó el sonido de una ambulancia, y también las voces de los paramédicos.
En su confusión, oyó la voz de Facundo.
—Señor Facundo, ¿de verdad quiere sacarle un riñón a la señora Alma para dárselo a la señorita Vanessa?