Webfic
Open the Webfic App to read more wonderful content

Capítulo 2

Al parecer, del otro lado habían estado esperando desde hacía mucho tiempo, el mensaje llegó casi al instante. [No pensé que fueras tan directa... Por cómo te describía Alejandro, creí que eras una ignorante indecisa]. Las palabras de Nancy eran sarcásticas, al igual que la mirada que le lanzó aquel día. Cada letra se le clavaba a Sandra como una espina en el corazón. Pero no respondió. Simplemente aceptó el acuerdo de divorcio que la otra parte le envió y lo imprimió. Cuando fue a firmar, su mano temblaba tanto que apenas podía sostener el bolígrafo. Desde los ocho hasta los veinticinco años, durante diecisiete años completos, en cada momento importante de su vida, Alejandro había estado a su lado. Aún recordaba aquella vez, en su adolescencia, cuando un grupo de delincuentes la acorraló en un callejón sin salida. Fue Alejandro quien, con pura determinación y sin arma alguna, los hizo huir. Estaba cubierto de sangre, pero aun así la consolaba a ella, que no tenía ni un rasguño. —Sandra, tú eres mi vida. Nadie puede hacerte daño. Su sonrisa ensangrentada, su protección al borde de la muerte... Desde ese momento, Alejandro se instaló en su corazón. Sandra jamás imaginó que algún día se enfrentaría a una situación así. Cortar esos recuerdos tan hermosos era como extirpar una parte de su vida. El dolor era insoportable. Apretó el bolígrafo con fuerza. Justo en ese instante, llegaron dos mensajes seguidos. Uno era de Nancy: [Alejandro compró una nueva caja de condones. Apostó conmigo que esta misma noche los terminará]. Y el otro... de Alejandro: [Sandra, hubo un problema con el contrato. Esta noche tengo que quedarme a trabajar en la oficina]. Horas extra... Entonces, durante el posparto, ¿todas aquellas repentinas horas extra de Alejandro eran por esto? Sandra tomó el acuerdo de golpe y, lentamente, escribió su nombre. En el instante en que soltó el bolígrafo, sintió un vacío inmenso en el pecho. Llamaron a la puerta. Entró la empleada del hogar. —Señora Sandra, el señor Alejandro me pidió que le recordara que descanse temprano, y le traje su leche tibia. La leche estaba en su punto justo de temperatura, con un poco de azúcar moreno y hierbas. Alejandro la había preparado especialmente antes de salir. Desde que Sandra comenzó a tener problemas de sueño, él buscó una receta para ayudarla a mejorar su descanso. Durante tres años de matrimonio, no falló ni un solo día. De verdad que la cuidaba con esmero... ¡Incluso mientras se revolcaba en la cama con otra mujer, no se olvidaba de atenderla! Sandra soltó una risa sarcástica, pero una lágrima se deslizó lentamente por su mejilla. No durmió en toda la noche, y a la mañana siguiente fue a Grupo Solandino con el acuerdo en la mano. Nancy la esperaba en la oficina del último piso. —No pensé que realmente vendrías —dijo con aire despreocupado, echando su largo cabello hacia un lado, dejando al descubierto varias marcas rojas en su cuello—. Tu firma está bien. Yo solo le pongo el sello, y listo. Al terminar de hablar, marcó la contraseña de la caja fuerte de la oficina y sacó el sello de Alejandro. El sello que representaba el máximo poder de Grupo Solandino estaba siendo manipulado por ella con total libertad. Antes, cuando Sandra le pedía verlo por curiosidad, Alejandro siempre decía: —No bromees. Mi vida puedo dártela, pero esto representa la seguridad de decenas de miles de personas en Grupo Solandino... No puedo dártelo. Pero ahora, ese mismo sello estaba en la palma de Nancy, jugaba con él como si fuera un simple juguete. Tras estamparlo, se lo entregó con una sonrisa. —El divorcio se hará efectivo en un mes. Señora Sandra, eres una mujer inteligente. A un hombre que cambia de corazón, no se le puede retener. Nancy estaba completamente relajada, y su expresión era tranquila, sin rastro de culpa por ser la otra. Sandra quería gritarle, pero en el fondo sabía que toda esa seguridad de Nancy se la había dado Alejandro. Su furia solo la haría parecer aún más patética. Recibió el acuerdo, ocultando el mareo que le cortaba el aliento, y con los dientes apretados le respondió: —Tranquila, no me arrepentiré... Pero tú, ¿realmente conoces a la familia González? Dicho esto, ignoró la mirada atónita de Nancy y se dio la vuelta para marcharse. Apenas dio unos pasos, se topó de frente con Alejandro. Al verla, arqueó las cejas de inmediato. —Sandra, ¿qué haces aquí arriba? Hoy tengo trabajo importante, y no puedo acompañarte. Pero al girar la cabeza y ver a Nancy, se le dibujó una sonrisa. —Nancy, no puedes saltarte el desayuno. Te acompaño al comedor de la empresa. Luego, como si se diera cuenta de su descuido, se volvió hacia Sandra y dijo: —Nancy trabajó toda la noche corrigiendo el contrato. Está agotada. "Ella desvelándose, muy duro..." Alejandro decía eso mientras aún llevaba en el cuerpo el mismo aroma a gel de ducha que usaba Nancy, lo que retorcía los nervios de Sandra como una espina. Apretó con fuerza los labios, deseando huir de ahí cuanto antes. Ya casi llegaba a la puerta cuando Alejandro la llamó de nuevo: —Espera, ¿qué llevas en la mano? ¿Por qué tiene el sello rojo?

© Webfic, All rights reserved

DIANZHONG TECHNOLOGY SINGAPORE PTE. LTD.