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Capítulo 6

Sandra permaneció internada en el hospital durante casi diez días, y Alejandro no fue a verla ni una sola vez. Su teléfono, que antes no dejaba de sonar con mensajes, ahora permanecía en un silencio absoluto, como si estuviera muerto. En cambio, era Nancy quien le escribía de vez en cuando. [Señora Sandra, ¿mañana es su aniversario de bodas? Qué lástima... Alejandro insistió en llevarme a Miraflores a comprar joyas, así que no podrá asistir]. [¿Le parece bonita esta esmeralda azul llamada "Amor Eterno"? Me la compró Alejandro... No se moleste, también le compró una a usted, solo que un poco más pequeña]. [Sólo lo besé un poquito y ya no pudo esperar para volver al hotel. ¿Siempre ha sido tan apasionado? Yo ya no aguanto tanto entusiasmo]. Luego le envió un video cuya portada era indecente. Sandra había decidido no dejarse provocar, pero, aun así, en ese momento sintió un dolor punzante en el pecho. Borró rápidamente el video, y justo cuando iba a bloquear la cuenta de Nancy, apareció un nuevo mensaje. [Últimamente me interesan unos proyectos financieros internacionales. Alejandro dijo que la familia Díaz debería invertir para apoyarlos... Te agradezco de antemano]. Sandra se incorporó bruscamente. ¡Sintió que no podía permitir que esto continuara! Antes de ser promovida a subgerente, Nancy no era más que una empleada administrativa común. No tenía la capacidad para manejar proyectos financieros internacionales de alto riesgo. ¡Podía arruinar a la familia Díaz! Como no logró comunicarse con Mario, no tuvo más opción que llamar a su madre. La madre de Sandra, Rosa, respondió con una sonrisa: —Tu padre fue a firmar el contrato... Solo tenemos una hija. ¿No es natural apoyar a Alejandro? —No te niegues, al final el dinero de la familia Díaz será para ti de todas formas. Siempre había sido una hija consentida, pero esas palabras le hicieron sentir como si el corazón se le estuviera quemando vivo. Por ella, sus padres habían dejado Altoviento, el lugar donde vivieron toda su vida. Y en los últimos años, habían invertido una gran cantidad de dinero en el Grupo Solandino. Todo eso lo habían hecho con la esperanza de que ella tuviera fuerza y respaldo dentro de la familia González... Si la familia Díaz llegaba a la bancarrota, ¡Sandra jamás se lo perdonaría a sí misma! Al no poder comunicarse por teléfono, no tuvo otra opción que arrastrar su cuerpo aún enfermo y dirigirse directamente al Grupo Solandino. Pero al llegar al edificio, fue detenida en la entrada por una recepcionista. —La señorita Nancy dijo que las personas ajenas no pueden entrar. La misma recepcionista que hasta hace medio mes la trataba con amabilidad, ahora la miraba con desdén y burla. Sandra no podía creerlo. —¡Yo no soy una persona ajena...! ¡El que está sentado en la oficina del director es mi esposo! ¡Llama a Alejandro! —Hasta el señor Alejandro tiene que obedecer a la señorita Nancy. Este asunto ya está estipulado en los estatutos de la empresa, y todos lo saben. —La recepcionista se burló—. Será mejor que regrese a casa a cuidar a su hijo. Sandra, ansiosa y humillada, llamó a Alejandro treinta y tres veces desde la entrada del edificio, y ninguna fue contestada. También rogó uno por uno al asistente, al chofer y a la secretaria de Alejandro, pero nadie estuvo dispuesto a llevarla arriba. Aquel banquete y la disculpa pública de esa noche habían destruido por completo su posición dentro del Grupo Solandino. Al final, no logró detener la firma del contrato. Nancy salió del elevador con el contrato en la mano, caminando hombro a hombro con Alejandro, y le dedicó una sonrisa llena de triunfo. —Señora Sandra, este no es un lugar para usted. Alejandro la vio y arrugó la frente. —Nancy tiene razón. Deberías quedarte en casa. Él ni siquiera sabía que su propia esposa... Todavía no había salido del hospital. Mario la miró sorprendido. —Sandra, ¿por qué estás tan delgada? ¿Discutiste con Alejandro? Ante la preocupación de su padre, Sandra sintió como si tuviera una piedra atorada en la garganta. Estaba tan ahogada que no pudo pronunciar palabra. Mario padecía del corazón... Llegados a este punto, Sandra no se atrevió a decir la verdad. Solo pudo consolarlo y convencerlo de volver primero a casa. Después, prácticamente rogó a Alejandro: —Por lo que hemos pasado en estos tres años de matrimonio... Haz tú mismo este proyecto, ¿sí? No dejes que la familia Díaz se arruine... Te lo suplico. Pero sus súplicas solo obtuvieron un suspiro de fastidio de Alejandro. —Ya estás siendo mezquina otra vez. Si perdemos dinero, lo recuperamos después. Lo importante es que Nancy aprenda. Nancy, al escuchar eso, sonrió dulcemente. —Alejandro, eres tan bueno conmigo... Pero cuando Alejandro se dio vuelta, ella le murmuró a Sandra en voz baja: —Quédate tranquila. Voy a invertir todo el dinero de la familia Díaz en proyectos de alto riesgo... Para jugar en grande, y que tu padre pueda ganar dinero para su ataúd. —¡Nancy! ¡Lo haces a propósito! Sandra, finalmente incapaz de soportarlo más, se lanzó hacia ella para arrebatarle el contrato. Durante el forcejeo, ambas cayeron por encima de la baranda del tercer piso y estuvieron a punto de precipitarse al vacío. En el instante crítico, Alejandro regresó corriendo y alcanzó a sujetar a Nancy, jalándola hacia arriba. Y Sandra... Vio claramente cómo su mirada pasaba por encima de ella, eligiendo salvar a la más lejana: Nancy. Una vez más, en una situación de vida o muerte, él la abandonó... Esa comprensión hizo que la luz en los ojos de Sandra se apagara por completo. Ya no pudo sostenerse más y cayó desde el tercer piso, su pierna derecha emitió un crujido nítido al romperse y se torció en un ángulo antinatural. Con la herida anterior aún sin sanar y una nueva lesión encima, Sandra volvió a desmayarse.

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