Capítulo 20

Ya en el cuarto de Úrsula, Lucía le contó todo lo que había pasado, sin omitir ningún detalle. La luz del atardecer se colaba por la ventana, tiñendo la habitación con un tono cálido y dorado. Úrsula escuchó en silencio, con los ojos llenos de ternura y compasión. Se levantó sin decir palabra, envolvió a Lucía en un fuerte abrazo y comenzó a acariciarle la espalda con suavidad para consolarla. —Luci, no llores, ya pasó todo eso —le susurró. Lucía había tratado de aguantarse, de no romperse. Pero en ese abrazo tan cálido y sincero, algo dentro de ella se desmoronó de golpe. Las lágrimas que llevaba conteniéndose comenzaron a brotar sin control. Toda la angustia, la tristeza y el miedo acumulados en su pecho estallaron como una ola imparable. Le corrían por las mejillas, cada vez más rápidas, cada vez más dolorosas. Úrsula la seguía abrazando, dándole golpecitos suaves en la espalda, con ese cariño que cura las heridas del alma. ¿Cómo no iba a sentirse destrozada? Habían sido tres años j