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Capítulo 4

A pesar de no estar menstruando, no sabía por qué de repente le dolía tanto. Jacqueline intentó incorporarse para salir, pero de pronto la puerta fue cerrada con llave, y no pudo abrirla de ninguna forma. Desde afuera se escuchó la voz arrogante de Rosaura. —Jacqueline, ¿cómo se siente el amor que recogiste? —Mauricio siempre me ha amado a mí. Y he vuelto, así que tienes que apartarte. —¿Sabes qué tipo de evento es este? ¿Cómo te atreves a seguirme y robarme protagonismo? Jacqueline sentía un dolor intenso en el vientre, solo podía encorvarse, con sudor frío en la frente, respondió: —Rosaura, si lo quieres, es tuyo. Ya no lo deseo. Rosaura pensó que Jacqueline mentía y soltó una risa fría. —Zorra, ¿crees que voy a creerte? —¿Te robaste mi identidad en el pasado y ahora también quieres quitarme al hombre? ¿Tú? ¿Estás a la altura? —Esta noche te quedarás aquí. Nadie vendrá a rescatarte. Rosaura curvó los labios en una sonrisa maliciosa y colocó a un lado el cartel de "Prohibido el ingreso" frente a la puerta. Como los artículos subastados esa noche no podían ser fotografiados, todos entregaron sus teléfonos al entrar. Excepto Rosaura, nadie iría allí. Jacqueline, con el vientre tan adolorido que no podía hablar, se dejó caer de rodillas junto a la pared. Usó sus últimas fuerzas para golpear la puerta, gritando desesperada: —¡Ayuda, ¿hay alguien ahí...?! —¡Ayuda...! Debido al cartel que Rosaura había puesto, todos los que pasaban lo evitaban automáticamente. Nadie se acercó. Jacqueline no supo cuánto tiempo gritó. Al final, el dolor fue tanto que se desmayó. Cuando terminó la subasta, Mauricio arrugó la frente al notar que Jacqueline aún no había regresado. Rosaura parpadeó con sus ojos inocentes y amables. —Mauricio, ¿será que Jacqueline se molestó porque me diste su lugar, y por eso se fue? —Si hubiera sabido que se enfadaría por eso... debí cederle el asiento a ella. Al escuchar las palabras llenas de culpa de Rosaura, Mauricio arrugó más la frente y dijo: —Tú eres, con todo el derecho, la hija de la familia Torres. ¿No ibas a sentarte y sí dejar que lo hiciera una secretaria? —Olvídalo, no importa lo que le pase. He notado que últimamente se ha vuelto muy temperamental, tal vez esto le sirva para bajarle los humos. Vámonos ya. En un lugar donde Mauricio no podía verla, Rosaura sonrió con satisfacción. "Jacqueline, ya te lo dije: no puedes ganarme". Ni en familia ni en afecto. Jacqueline no regresó a casa en toda la noche, pero Mauricio no preguntó ni una sola vez por ella. Fue hasta el día siguiente, cuando el personal de limpieza fue a asear el lugar, que se abrió la puerta. Encontraron a Jacqueline acurrucada en una esquina, con el vestido empapado, y aunque estaba en un estado entre dormida y despierta, temblaba sin parar. La trabajadora se acercó, preocupada. —Señorita, ¿cómo terminó encerrada en el baño? —No se ve bien, ¿quiere que llame una ambulancia? Las pestañas húmedas de Jacqueline temblaron al abrir los ojos y, con el brazo apoyado en el suelo, se incorporó con dificultad. —Gracias, no hace falta. El dolor en su vientre ya había disminuido bastante, pero el baño durante la noche había estado demasiado frío. Pensó que, al menos, Mauricio la buscaría. Pero al parecer, se había vuelto a sobreestimar. Cuando era pequeña, Rosaura desapareció durante diez minutos, y Mauricio se desesperó tanto que casi llamó a la policía. Ahora que ella no regresó en toda la noche, él ni siquiera la buscó. La diferencia entre amar y no amar era abismal. Apoyándose contra la pared, salió despacio y tomó un taxi para regresar a casa. En el auto, al recuperar su teléfono, Jacqueline comprobó que Mauricio, en efecto, no le había hecho ni una sola llamada. En cambio, Leopoldo le había enviado varios mensajes. [Jacqueline, no puedo esperar un mes. Solo una semana. En una semana iré por ti].

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