Capítulo 8

De repente, la expresión de Leopoldo se ensombreció y aflojó el brazo con el que la abrazaba. —¿Jacqueline, soy tan poca cosa que te avergüenzas de mí? —Yo no soy Mauricio. Conquisté a mi esposa con mi propio esfuerzo. ¿Por qué habría de esconderme? —En la familia Navarro hay disciplina y principios. Una vez que reconozco a una mujer como mía, no la cambio. Un matrimonio en secreto es imposible. Leopoldo pensó que Jacqueline aún tenía reservas, así que la soltó de inmediato y dio un paso hacia atrás. Pero antes de alejarse por completo, Jacqueline tomó la iniciativa. Le rodeó la cintura con los brazos y ambos volvieron a quedar pegados. —¿Leopoldo, valgo tan poco para ti que no confías en mí? —¿A tus ojos soy una mujer desleal? —¿Me estás despreciando... o estás dudando de tu propio juicio? Durante todos esos años, Leopoldo siempre había sido un hombre de palabra, tanto en la familia Navarro como en el mundo de los negocios. Jamás nadie se había atrevido a hablarle así. Jacqueline era