Webfic
Open the Webfic App to read more wonderful content
El Amor PerdidoEl Amor Perdido
By: Webfic

Capítulo 4

Después de eliminar el tatuaje, Andrea subió las escaleras sola, sin mirar las expresiones de las dos personas detrás de ella. En esos días, hacía todo lo posible por evitar cualquier contacto con Ramón y concentraba toda su atención en los preparativos de su boda. Cada jornada estaba ocupada probándose vestidos de novia, eligiendo anillos, joyas, intentando borrar la sombra de él de su mente poco a poco. Ese día, justo cuando estaba por salir de casa, vio a Ramón sentado en el sofá, atendiendo una llamada. —Moncho, me casaré en medio mes. Al escuchar la voz de Manuel, Andrea se detuvo de golpe mientras cambiaba de zapatos y levantó la mirada hacia el perfil de Ramón. En los ojos de Ramón apareció un leve destello de sorpresa, seguido de una ligera risa. —¿Quién es tan hábil como para conquistar tu corazón? ¿La novia es hija de alguna familia importante? Muy pronto, la voz de Manuel, con un toque de humor, resonó desde el otro lado de la línea. —Lo sabrás cuando llegue el día. Y asegúrate de beber unas cuantas copas. Andrea, aliviada, soltó un suspiro silencioso y siguió cambiándose los zapatos. El ruido llamó la atención de Ramón, quien volteó a mirarla por un momento. Luego, con un leve tono de resignación en su voz, añadió. —Ese día no podré ir. Yo también me caso, y la boda será justo ese mismo día. —¿Tan coincidente? —Sí. Aunque no pueda asistir, tú eres mi mejor amigo. Más tarde enviaré un brazalete de jade como regalo de bodas para ustedes. Les deseo felicidad por adelantado. Andrea ya no escuchó el resto de la conversación. Tomó su celular que estaba en una mesita cercana y se dirigió a la puerta. Sin embargo, justo en ese momento, Ramón terminó la llamada y, de manera inesperada, le habló. Mirando su reloj, Ramón recordó que en los últimos días Andrea siempre salía a esa misma hora y no regresaba hasta las diez de la noche. Ese pensamiento le hizo hablar con un ligero desagrado, aunque él mismo no lo notara. —¿Otra vez vas a salir? ¿Qué has estado haciendo estos días? Andrea, mientras escribía en la pantalla de su celular, se limitó a responder con indiferencia. ¿Qué estaba haciendo? Por supuesto, organizando su boda. Sin prestar mucha atención, le dio una respuesta vaga y salió de casa sin más. En la villa de la familia Jiménez, Andrea quedó sin aliento al verse reflejada en el espejo con el vestido de novia. En el cristal, su cabello estaba recogido en un elegante moño alto, con unos mechones sueltos que enmarcaban delicadamente su rostro. El vestido blanco con escote de corazón, confeccionado con trabajo artesanal, realzaba cada curva de su figura, dejándola impecable. Los presentes no pudieron evitar mirarla con admiración. Elena, emocionada, tomó varias fotos mientras decía que se las enviaría a Manuel para que las viera. Andrea, con las mejillas ligeramente sonrojadas, regresó al probador para cambiarse. En ese momento, sonó el timbre. El mayordomo entró cargando una elegante caja de regalo. —Señora, este es un obsequio de bodas que el joven Herrera ha enviado por adelantado para felicitar al joven Manuel por su matrimonio. Elena abrió la caja y vio un brazalete de jade completamente translúcido, una pieza que a simple vista reflejaba su incalculable valor. Estaba claro que Ramón había puesto mucho esmero en elegirlo. Andrea, ya cambiada, se acercó justo en ese instante. Elena, con una sonrisa, le hizo señas para que se acercara. —Andre, ven a ver esto. Es el regalo de bodas que tu hermano te ha enviado. ¡Ay, pero qué cosa! Podría habértelo dado directamente, ¿no? Pero no, tenía que enviarlo de esta manera tan formal. Andrea recordó de inmediato las palabras de Ramón esa misma mañana. Antes de que pudiera negarse, Elena ya había deslizado el brazalete en su muñeca. Eran las diez de la noche cuando Andrea empujó la puerta principal de la villa y vio que todo estaba iluminado. Desde la entrada distinguió a Alicia, sentada en el sofá con un camisón, mientras Ramón, a su lado, pelaba una mandarina con cuidado. Él retiraba meticulosamente las finas hebras blancas de la fruta antes de llevar un gajo a la boca de Alicia. Sin embargo, un roce accidental entre sus labios y los dedos de Ramón hizo que él se detuviera por un momento. Alicia, al notar lo ocurrido, enrojeció al instante. Andrea apartó la mirada con serenidad y se inclinó para cambiarse los zapatos. El leve sonido de su llegada devolvió a los dos en el sofá a la realidad. Ramón tomó un pañuelo y limpió sus dedos con indiferencia antes de levantarse y dirigirse hacia Andrea, quien ya iba camino a las escaleras. —La casa de Ali está en remodelación estos días, así que se quedará aquí un tiempo. Andrea asintió con indiferencia mientras se quitaba la chaqueta. Su actitud tan tranquila hizo que la voz de Ramón sonara ligeramente irritada, aunque él mismo no pareciera notarlo. —Y además, guarda esos pensamientos que no deberías tener… No terminó la frase. Su mirada se detuvo de repente, congelándose por un instante. Al momento siguiente, Ramón agarró con fuerza la muñeca de Andrea, como si una tormenta estuviera formándose en sus ojos. Su voz, temblorosa y al borde de la locura, atravesó el aire. —¿Por qué ese brazalete está en tu mano? ¡¿Cómo es posible?!

© Webfic, All rights reserved

DIANZHONG TECHNOLOGY SINGAPORE PTE. LTD.