Capítulo 372
Pero nadie podía responder a sus dudas.
César ya se había subido.
Patricia se quedó en el mismo sitio, sintiendo cómo la sangre le hervía en todo el cuerpo; deseaba con todas sus fuerzas que Lorena muriera.
Tenía los ojos enrojecidos. Al girarse, se encontró con Yago, que salía por la puerta.
Las lágrimas volvieron a brotarle y, sin poder evitarlo, gritó: —Yago, ¿tú también vas a ver a Lorena?
El rostro de él se mantuvo sereno; levantó la mano y le revolvió el cabello.
—Patricia, entra ya.
Patricia estaba tan herida que ni siquiera tenía ganas de hablar más. Solo entró en la casa.
Yago se quedó de pie. Permaneciendo allí durante diez minutos, tanto que las piernas empezaron a entumecérsele. Luego sonó su teléfono en la silenciosa noche. Al contestar, una voz asustada se escuchó al otro lado.
—Señor Yago, nuestro amigo murió. El dinero que diste no fue suficiente, tienes que pagar la vida de mi amigo.
Si Lorena hubiera estado presente, habría reconocido esa voz. Pertenecía a uno de los

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