Capítulo 392
Como él era el enfermo, Lorena tampoco podía ser demasiado tajante, así que no hizo nada y lo dejó abrazarla.
Era la primera vez que veía a un Pedro tan vulnerable; siempre había pensado que él era fuerte e inalcanzable, pero no imaginaba que, al enfermar, también buscaría refugio en los brazos de una mujer.
Su cuerpo estaba muy caliente, ardía como fuego.
De pronto, ella recordó a Ignacio, hace unos días, cuando enfermó y vivía solo en aquella casa oscura.
Él sí que era totalmente distinto a Pedro; cuando se enfermaba, prefería esconderse y lamerse las heridas en soledad.
Pero Pedro, ¿acaso no intentaba ocultar nada de esto?
No sabía si estaba sintiendo lo correcto, ni siquiera se atrevía a moverse.
Tres horas después, se detuvieron en el destino.
Lorena miró hacia afuera y vio un terreno lleno de escombros; una rabia inexplicable la invadió.
—César, ¿estás seguro de que es aquí?
—Sí.
Ella, de la rabia, sentía que el pecho le temblaba. —Este lugar está hecho ruinas, no se distingue ni

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