Capítulo 405
Cuando Lorena se subió al auto que conducía César, mantuvo la cabeza gacha todo el tiempo, con un aire visiblemente desanimado.
—Señorita Lorena, ¿la llevo a casa?
Ella no respondió; con la cabeza baja, volvió a llamar a Ignacio, pero él seguía sin contestar.
"¿Se habrá enterado de lo ocurrido esta noche por boca de otra persona?" "¿Estará torturándose solo en casa?"
—¿Señorita Lorena?
César detuvo el auto al borde de la carretera. Esperó diez minutos antes de verla cerrar los ojos con gesto abatido.
—Asistente César, llevas tantos años con el señor Pedro, ¿sabes si tiene algún otro pasatiempo aparte del trabajo?
Si le gustaba el golf, podía regalarle un set de palos de edición limitada.
Si era la equitación, haría todo lo posible por conseguirle un buen caballo.
¿Pedro tendría alguno de estos hobbies, verdad?
César la miró de reojo a través del retrovisor.
—Al señor Pedro no le gusta trabajar.
—Entonces, dime, ¿qué puedo regalarle que realmente le haga ilusión?
César no respondió; apr

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