Capítulo 426
Mientras descendían en silencio, él la seguía como una sombra a su lado.
Aunque aquella noche seguía nevando y hacía frío, a Lorena le venía a la mente la escena en el agujero.
Dos personas tan pequeñas, acurrucadas una junto a la otra, sin saber cuántas noches habrían pasado así; jamás pensó que, al crecer, todavía podría, como aquel día de nieve, contemplar camelias en la noche.
De pronto, su corazón se volvió más blando y no pudo evitar preguntar: —¿Te duele?
En la oscuridad, la comisura de sus labios se curvó. —¿Te preocupas porque me quieres?
Lorena se dio cuenta de que él siempre intentaba, de una manera u otra, demostrarle que a ella le importaba, que lo quería.
Tragó saliva y alargó la mano para sujetarle la manga, pensando que esas camelias eran para Pedro. De repente, solo sintió que el corazón se le oprimía aún más.
Era como si un marido infiel se encontrara de pronto con su esposa regresando a casa; se sentía tan culpable como podría imaginarse.
En silencio, entrelazó sus d

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