Capítulo 461
Cuando Juan llegó conduciendo al lugar, se dio cuenta de que Sara estaba llena de heridas, e incluso su ropa estaba rota e incompleta.
Ella estaba acurrucada, llorando en un rincón oculto, los ojos hinchados de tanto llorar. Al escuchar pasos, se estremeció, hasta que la voz de Juan sonó.
—¿Sara?
Ella tembló de nuevo, levantó la cabeza incrédula, con una intensa desesperación y ansias de sobrevivir en la mirada.
—¡Juan, sálvame! ¡No quiero morir! ¡Sálvame, el niño, salva al niño!
Juan arrugó la frente y, sin tiempo para preguntarle qué había pasado, la levantó en brazos y la llevó directamente al auto.
Pero el estado mental de Sara era claramente muy malo, y cualquier ruido, por leve que fuera, la hacía temblar.
Al llegar al hospital, ella se negó a entrar con los médicos, aferrándose al marco de la puerta con ambas manos.
Fue entonces cuando Juan notó que casi todas sus uñas estaban rotas.
Dolía solo de mirarlas.
—¡Juan, sálvame! ¡Ahora eres el único en quien puedo confiar!
En sus ojo

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