Capítulo 612
Ana tuvo que hacer un gran esfuerzo para no salir corriendo a separarlos.
Retrocedió un paso y cerró la puerta del reservado. A través de la rendija que se iba cerrando lentamente, alcanzó a ver a Lorena, con la cara enrojecida, intentando apartarse, pero él, de manera dominante, la sujetó y continuó besándola.
Cuando la puerta terminó de cerrarse, Ana quedó de pie afuera, con medio cuerpo envuelto en la oscuridad. Su expresión podía describirse como aterradora.
Justo entonces, Raúl salió del reservado de al lado y, al verla allí absorta, no pudo evitar acercarse.
—Ana, ¿por qué no entras?
Ella recuperó pronto la normalidad. —Tío, ¿de verdad quieres ayudarme?
Fue entonces cuando Raúl se percató de que tenía los ojos enrojecidos, como si estuviera a punto de llorar.
Cuando Gabriela Medina falleció, le había encargado que cuidara bien de Ana.
Él levantó la mano, la rodeó con el brazo y la llevó suavemente al reservado de al lado. —¿Has sufrido algún agravio? Cuéntamelo.
Ana, recordando l

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