Capítulo 699
Lorena se despertó al atardecer. Echó un vistazo al sol poniente en el horizonte; después de dormirse, el dolor había cesado, pero mientras estaba despierta, sentía como si un taladro eléctrico perforara frenéticamente su cerebro.
Se incorporó y se tomó un momento para recuperarse, luego abrió la puerta y justo vio a Pedro entrando.
En ese momento él no estaba en silla de ruedas, era muy alto y vestía una camisa negra y pantalones negros.
Lorena apoyó una mano en el pomo de la puerta, se detuvo ligeramente y le preguntó: —¿Hay comida?
Tenía hambre otra vez.
Él asintió y, casi instintivamente, intentó tomar su mano.
La reacción de Lorena ahora era más lenta que de costumbre, no se apartó y él la llevó agarrada hasta la planta baja.
A través de las ventanas de vidrio se podían ver aún dos perros jugando en el patio y a Emilio, con los brazos cruzados, parado junto a un árbol.
Emilio también la vio y rápidamente abrió la puerta de cristal para entrar.
—Lorena, ¿te sientes mejor?
Ella pudo

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