Capítulo 939
Lorena bostezó y se recostó en el amplio sofá. —Supongo que esta noche será la última en paz, ¿verdad? Ese patriarca Gonzalo seguro que armará algún problema. Voy a cerrar los ojos un rato, despiértame cuando esté la cena.
Él se sentó a su lado y, al ver cómo su respiración se volvía ligera, comprendió que estaba realmente cansada.
Durante las tres horas siguientes nadie vino a interrumpirlos, hasta que la cena estuvo lista y Alberto llamó a la puerta.
—Pedro, a comer.
Dejó los documentos que tenía en la mano y ayudó a Lorena a incorporarse. —Es hora de cenar.
La mente de Lorena se despejó de inmediato y, al bajar con él, se quedó asombrada al ver aquella larguísima mesa. Dudó de que las personas en los extremos pudieran siquiera escucharse entre sí.
Alberto le explicó en voz baja: —Más adelante, muchos no vendrán. Los que aparecen con frecuencia son apenas unos pocos, así que no hace falta ser tan formal. Tú come tranquila.
Lorena soltó un suspiro de alivio. Si tuviera que conversar c

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