Capítulo 2
Elena, llena emocionada y temerosa de haber escuchado mal, volvió a confirmar: —¿De verdad, Regi?
Regina dirigió una mirada al marco roto que se encontraba en el suelo y, con una expresión severa, respondió: —Marcos ha muerto, por eso debo vivir bien.
Sí, para ella, Marcos ya había muerto en su corazón.
Aquellas palabras llenaron de felicidad a Elena.
En realidad, hasta antes de ese día, la actitud de Regina había sido que, si Marcos había muerto, para ella vivir tampoco tenía ningún sentido vivir.
Elena temblaba de la emoción. —¡Así es, los que seguimos vivos debemos vivir felices!
A medianoche, los sonidos confusos se hicieron cada vez más descarados.
Eran como un cuchillo que desgarraba sin ningún tipo de piedad el corazón de Regina, corte tras corte.
No logró conciliar el sueño hasta muy tarde y, apenas amanecía, el sonido de una ambulancia de pronto retumbó en toda la casa de los Suárez.
Regina abrió la puerta de su habitación y vio a Marcos, con un gesto ansioso, cargando a Fabiola mientras corría desesperado escaleras abajo.
Marcos no le dirigió ni una sola mirada a Regina.
En todos esos años que lo conocía, Regina nunca lo había visto tan alterado; él siempre había sido discreto y tranquilo.
En la planta baja, los sirvientes comentaban curiosos entre ellos:
—La señora Fabiola se despertó temprano diciendo que tenía náuseas y ganas de vomitar. El señor Gustavo estaba tan nervioso que enseguida llamó corriendo a la ambulancia para que le hicieran un chequeo de rutina.
Una sirvienta, entre risas, añadió: —Anoche los ruidos se escuchaban hasta desde mi cuarto en el sótano. Después de más de un mes, lo raro sería que no estuviera embarazada, ¿no crees?
Regina se detuvo furiosa en la escalera de caracol y, con los dedos, dejó profundas marcas sobre la valiosa madera.
El hospital llamó pronto.
Pidieron de manera específica que Regina fuera a ese lugar.
A Regina le desagradaba la idea y no quería ir; Sofía recurrió tanto a la persuasión como a la presión, e incluso apeló a la obligación moral. —Regina, aunque Marcos haya fallecido, eso no cambia que sigas siendo parte de la familia Suárez. La familia Suárez siempre ha tenido pocos descendientes y ya está en una situación bastante crítica. Este niño es un tesoro, ha llegado con mucha dificultad.
Después de decirlo, Sofía suspiró resignada. —El doctor Raúl es muy famoso y con una habilidad extraordinaria en para conservar embarazos, pero ella no quiere aceptar la invitación, no importa cuánto dinero se le ofrezca. La familia Gómez también forma parte del sistema médico; esa conexión debería existir, ¿no crees?
Al ver que Regina seguía tan tranquila sin inmutarse, Sofía continuó diciendo: —Regina, nuestra familia Suárez te ha tratado bien, también hemos tratado bien a la familia Gómez, en aquel entonces...
Cuando vio que Sofía estaba a punto de mencionar todos los favores hechos a la familia Gómez en el pasado, Regina levantó la mano. —Bien iré.
En efecto, en el pasado la familia Suárez había ayudado de forma económica a la familia Gómez, pero ellos no eran del tipo que aceptaba favores sin retribuirlos; todas las deudas de gratitud ya habían sido saldadas.
Sin embargo, si Sofía quería mencionarlo, Regina tampoco deseaba parecer desagradecida.
Cuando Regina llegó al hospital, Marcos estaba desesperado, moviendo influencias.
Pero aquel era el hospital privado más prestigioso de Altavista, y ese Raúl Vázquez era el médico más sobresaliente en el área ginecología; tener dinero no garantizaba poder contratarlo.
Al ver que Regina había llegado, Marcos se apresuró hacia ella, la tomó con fuerza de la mano, apretándola tanto que le dolió la muñeca.
—¡Regina! ¡Por fin viniste! Fabiola corre riesgo en su embarazo, el médico dijo que la dificultad para conservarlo es bastante grande. ¿Es cierto que tu familia tiene una gran amistad con el doctor Raúl?
Regina bajó la mirada al instante y observó su muñeca enrojecida por el fuerte apretón, mientras en sus labios se dibujaba una amarga sonrisa.
Ella siempre había temido demasiado al dolor, y Marcos lo sabía.
Era tan sensible que incluso un repentino toque podía resultarle insoportable.
En el pasado, cuando Marcos le tomaba la mano, siempre lo hacía con extrema delicadeza.
Pero ahora, por el hijo en el vientre de Fabiola, estaba tan angustiado que la había lastimado sin siquiera notarlo.
Regina levantó los labios, con una intensa frialdad en la mirada. —Gustavo, tú nunca me llamabas por mi nombre, siempre me decías "cuñada Regina".
Era algo irónico: Marcos, al hacerse pasar por Gustavo, había dejado demasiadas grietas en su sucio disfraz. Pero ella, cegada por sus sentimientos, nunca sospechó nada al respecto. Estaba convencida de que el hombre que amaba no podría hacer algo tan absurdo como esto. Por eso, hasta la noche anterior jamás había dudado de él.
Marcos se incomodó; dudo por unos segundos, como si pensara que Regina jamás podría descubrirlo, y al mismo tiempo su semblante recupero la calma.
—Fabiola está en la cama y yo estaba ansioso. Si me equivoqué al llamarte esto es de lo normal.
Regina sonrió con sarcasmo. —¿Ansioso? ¿Ansioso y por eso me apretaste con tanta fuerza? ¡Anoche Fabiola no paraba de pedirte que también fueras más suave con ella, o no es así?