Capítulo 11
En el interior del reservado, Ana escuchó el rugido familiar de un motor proveniente de abajo, pero, al oír a sus amigas decir que los Ferrari que circulaban por la calle eran incontables, terminó por desechar la idea de que fuera Marcos.
Sin embargo, después de terminar con el spa, tampoco recibió respuesta de él.
Se sentía algo ansiosa, pero no podía permitir que su intento de cortarse las venas quedara en vano. Al menos debía esperar hasta el día siguiente para regresar a la hacienda.
Así que volvió a la casa de los Rodríguez.
En su familia era tratada como una reina, pues la posición actual de la familia y todo lo que poseían se lo debían a ella.
En la mesa, si ella no estaba presente, nadie se atrevía a mover un solo cubierto.
Sergio tanteó el tema del hijo de Marcos. —¿No crees que pueda amenazar tu posición? ¿Quieres que me encargue de él?
Ella se limpió los labios con la servilleta. —No hace falta. Haré que Marcos, de manera voluntaria, se encargue de él. ¿Para qué ensuciarnos

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