Capítulo 259
Patricia, a diferencia de Álvaro, no era tan descarada, y con voz tenue dijo: —Yo como, yo como sola.
—¡Retira tus manos de mi ropa!
Álvaro, con una sonrisa en los ojos, comenzó a masajearla lentamente. Ella se estremeció suavemente, y él quedó satisfecho con su reacción. Retiró su mano, extendió el brazo y tomó el tazón sobre la mesa, acercándoselo a ella mientras decía: —Come, come rápido.
Patricia aún dudaba. Tras tomar el tazón, lo agitó ligeramente, pero no sentía apetito.
Al ver que ella no comía, Álvaro intentó nuevamente deslizar su mano por su ropa. Ella tensó su cuerpo y exclamó de inmediato: —¡Yo como, no me toques!
Álvaro replicó: —Entonces come, no te quedes inmóvil.
Patricia no tuvo más opción que comer a regañadientes. Estaba enferma, y su paladar había cambiado. El caldo de arroz carecía de sabor, y el huevo desprendía un olor a pescado. Con dificultad ingirió algunos bocados, pero al momento sintió náuseas. Sin moverse, vomitó directamente hacia la cara de Álvaro. Él,

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