Capítulo 338
Devolver bien por mal... eso no era parte de su carácter.
Emilio curvó la comisura de los labios en una sonrisa. Quiso sacudir el polvo de su ropa, pero al descubrir que no podía mover las manos, su sorpresa fue aún mayor.
Mientras Filiberto le atendía las heridas, le comentó: Cuando se dañan músculos y huesos, se necesitan al menos cien días para sanar. Tus manos necesitarán varios meses para volver a moverse como antes.
Emilio añadió otra deuda más a la cuenta de Ángeles.
Luego preguntó: —¿Mi abuela ya sabe de esto?
—Sí, lo sabe.
—Bien, pon a alguien a vigilarla. Que haga lo que quiera, pero hasta que el insecto de veneno se haya eliminado, asegúrate de que Ángeles esté a salvo.
El subordinado asintió: —¡Entendido!
La sonrisa en los labios de Emilio adquirió un significado profundo, y con un tono etéreo y casi imperceptible, murmuró para sí mismo con un suspiro:
—¿Qué se le va a hacer? Hasta me das un poco de lástima.
—Señorita Ángeles.
La mirada de Emilio atrav

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