Capítulo 319
Aunque Berta la había invitado a cenar para agradecerle, Luisa no quiso presentarse con las manos vacías, así que compró un par de pasadores para el cabello.
A las niñas pequeñas les encantan esos pasadores rosados y brillantes.
—Abogada Luisa, déjame llevarte arriba. —dijo Berta sonriendo.
—Está bien vamos.
El salón privado estaba en el tercer piso, y Luisa subió con Berta en el ascensor.
Cuando se cerraron las puertas, Aída, sosteniendo alegre los pasadores en la mano, alzó el rostro y le dijo a Berta: —Mamá, ayúdame a ponérmelas.
—Ay, esta niña.
Berta sonrió con resignación, tomó los pasadores y se las colocó a Aída a ambos lados de la cabeza.
—Te quedan preciosos. —la elogió Luisa.
Berta comentó: —Muchísimas gracias, abogada Luisa.
—No hay de qué.
En cuestión de minutos, el ascensor llegó al tercer piso.
Berta condujo a Luisa directo hasta el salón privado.
Al abrir la puerta, Luisa se quedó sorprendida al ver quiénes estaban sentados adentro.
Había cuatro personas sentadas.
Franci

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