Capítulo 6
Daniel se quedó rígido, como si en ese instante recordara la presencia de Julia. Abrió la boca, dispuesto a explicarse.
De repente, escuchó la voz de Julia, tranquila.
—Soy su amiga.
Tras esas palabras, Daniel la miró con una expresión complicada, pero debido a la presencia de Sara a su lado, al final de cuentas no dijo nada más.
Aunque los demás se sintieron extrañados, no preguntaron mucho; cortésmente los invitaron a sentarse con ellos.
Viejos amigos que no se veían desde hace años se reunieron y conversaron animados.
Daniel charlaba con sus amigos mientras, con esmero, le servía comida a Sara, incluso recordando apartarle cuidadoso el cilantro que ella no disfrutaba.
Y Julia, sentada a un lado, desempeñaba con paciencia el papel de "amiga".
A mitad de la reunión, ella fue al baño.
Al regresar y llegar a la puerta del salón privado, escuchó una voz proveniente del interior.
—Daniel, dime la verdad, durante estos años que Sara estuvo en el extranjero, ¿te ha gustado otra mujer?
El salón cayó en un silencio sepulcral.
Todos esperaban ansiosos la respuesta de Daniel.
Pero Sara, sentada a su lado, tomó la iniciativa para salvarlo de la comprometida situación.
—Ya basta, ustedes, no pregunten más. Yo he estado tantos años en el extranjero; si él se enamoró de otra persona, es normal...
Aunque lo dijo así, sus ojos ya estaban llenos de lágrimas y su sonrisa parecía estar forzada.
Daniel, al verla de ese modo, sintió dolor en el corazón.
Resignado, dijo en voz baja: —No, no me ha gustado ninguna otra mujer.
Por fin, Sara rompió en una sonrisa entre lágrimas y se refugió, tímida, en sus fornidos brazos.
Los demás, al ver la tierna escena, comenzaron a bromear y a gritar emocionados.
Julia tampoco quiso entrar a interrumpir el ánimo de todos.
Así que silenciosa se fue sola a casa en taxi.
Unas horas después, Daniel regresó cargando a Sara, que estaba completamente ebria.
Con sumo cuidado, depositó a la joven sobre la cama; un par de brazos blancos y suaves se aferraron con delicadeza a su cuello.
—Daniel, ¡no te vayas por favor! Si en aquel entonces yo no hubiera sido tan caprichosa de irme al extranjero, ¿acaso no nos habríamos perdido el uno al otro?
—Ahora, la persona que obtuvo el certificado de matrimonio contigo fui yo; nosotros somos en realidad esposos, ¿no es así? No me dejes, ¿sí?
Al escuchar esas palabras, el movimiento de Daniel para levantarse se detuvo, y Sara, aprovechando la oportunidad, lo besó con pasión.
Cuando Julia abrió la puerta del dormitorio, lo que vio fue precisamente esa escena cargada de confusión.
Ella quedó estupefacta por unos segundos y, a paso largo, salió de la habitación.
Cualquier persona se sentiría triste al ver a su novio besándose con otra mujer.
Pero quizás porque ya lo había previsto en su corazón, a ella no le resultó tan difícil de aceptar.
Al observar la espalda de Julia alejándose, Daniel sintió una inquietud sin precedentes; apartó a Sara de un empujón y salió despavorido tras ella.
—Julita, déjame explicarte, ella...
—Te entiendo, no te preocupes Sara está borracha, ve a cuidarla. No me voy a enojar por eso.
Al ver la sinceridad en sus ojos, en el corazón de Daniel surgió de repente un temor inexplicable, como si algo estuviera escapando a su control.
Con voz áspera, le preguntó: —¿Dime por qué no te enojas ahhh…?