Capítulo 22
Abelardo la soltó de inmediato, aunque en su mirada aún quedaba un destello de lucidez.
—Glori, ¿de verdad no me reconoces? Soy Abelardo.
—Soy tu Abelardo, al que más amabas.
Ella solo se cubrió, claramente aún no había recuperado el sentido, pero murmuró: —¿Abelardo? No lo conozco. ¿Francisco? ¿Dónde está mi Francisco?
Abelardo quedó paralizado, comprendiendo al fin lo que significa tener el corazón muerto.
Si antes aún podía engañarse a sí mismo, diciéndose que Gloria solo estaba enfadada, que lo hacía para molestarlo, que era imposible que ella no lo amara y que hubiera amado a otro...
Sin embargo, la situación actual le decía con toda claridad...
¡Él ya no era importante en el corazón de Gloria!
¡La persona a la que más amaba, evidentemente, ya no era él!
—Glori... —La mano de Abelardo se extendió, pero solo pudo cubrirla con la chaqueta de su traje.
—Ya te he hecho tanto daño antes, ¿cómo me atrevería ahora a lastimarte otra vez?
Sonrió amargamente y volvió a sentarse al volante.

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