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Capítulo 10

“Entonces, te acuerdas de mí. ¡Magnífico!", dijo el jefe con una cálida sonrisa, la cual acentuó las arrugas que surcaban su rostro alrededor de las comisuras de sus ojos. Debo decir que no esperaba que aquel amable hombrecillo, que ahora me sonreía con tanta amabilidad, fuera el jefe de una banda de mafiosos. "Sí... mmm... hola... hemos vuelto a vernos, sí, así es", tartamudeé cuando finalmente pude articular las palabras. "Bebe una copa, querida. Te ves algo cansada debido al viaje. Debió haber sido largo…", dijo, al tiempo que señalaba un vaso de agua que reposaba en la mesa de centro. "Gracias...", susurré mientras alcanzaba el vaso. "¿Mis hombres te trataron con rudeza? Les ordené que fueran amables contigo… que te trataran con la suavidad con la que se manipula una pluma", declaró. De repente su mirada se tornó seria. Por alguna razón, pensé que no sería conveniente decirle que me habían atado de manos y pies ni que me habían tapado la boca con cinta adhesiva. "Estoy bien, gracias. Pero para mí lo más importante es saber por qué… estoy aquí", señalé, confundida. Bueno, ahora sabía lo de la deuda de mis padres, pero… "Quinientos millones de dólares", comenzó a explicar él. "Si se trata de esa suma de dinero, no dispongo de ella ahora, pero le juro que trabajaré o haré lo que sea necesario para devolvérsela. ¡Por favor!", declaré con desesperación. "Oh... estarías dispuesta a hacer cualquier cosa, ¿eh?", repuso, los ojos brillantes. "Mmm… cualquier cosa… que no sea ilegal, quiero decir…", aclaré en tono vacilante. "¡Jajaja! Eres una buena chica; eso me agrada mucho. Supe que lo eras la primera vez que nos vimos", dijo, riendo a carcajadas al oír mis palabras. "Mmm… entonces, respecto a la deuda…", comencé a decir con cautela. "No me interesa que me devuelvas el dinero", dijo sin rodeos mientras agitaba la mano, en un ademán que indicaba que esa suma de dinero no le importaba en lo más mínimo. "¿De veras?", repuse, sorprendida, mientras una sensación de alivio inundaba mi cuerpo. Bueno, seamos realistas, las probabilidades de que alguna vez gane esa cantidad de dinero son ínfimas. "Por supuesto. Lo que realmente me interesa es que te cases con mi hijo", declaró; de repente, su tono era muy serio. "¿QUÉ?", exclamé, estupefacta, ahogándome con el agua que había estado bebiendo. **Cof, cof, cof** "¿Estás...bien?", me preguntó mientras me veía toser y ahogarme con el agua. "…sí…", susurré, el aliento entrecortado, mientras aquel acceso de tos comenzaba a pasar. "Bien, te decía… que quiero que te cases con mi hijo", señaló con seriedad, mientras en su rostro se dibujaba una sonrisa de satisfacción. "¿Es esto una broma de mal gusto?", exclamé, atónita. "...el jefe es...un hombre muy serio. Si aspiras a ver la luz del alba, cuida tu lenguaje y actúa con sensatez". Recordé la advertencia que, con voz severa, me había hecho el hombre de traje negro poco antes, y la piel de todo el cuerpo se me puso de gallina. ¡M*ldición! ¿Acaso acababa de decir algo indebido? "Acabas de decir que estarías dispuesta a hacer cualquier cosa", me recordó él, al tiempo que esbozaba una amplia sonrisa. "Pero casarme con su hijo es…", comencé a protestar. "Comprendo que pienses que se trata de una broma; sin embargo, estoy hablando muy en serio. Quiero que te cases con mi hijo", repitió, sin dejar de mirarme a los ojos, atento a la más sutil de mis reacciones. Me sentí expuesta. Sentí que podía leer mi mente como si fuera un libro abierto... "Pero yo… lo siento mucho, pero la verdad es que me desagrada la idea de casarme con un hombre al que ni siquiera conozco… no lo amo…", comencé a explicar lo mejor que pude. Además, me repugnaba la idea de casarme con un mafioso. "Te entiendo perfectamente, pero eso no supondrá un problema en absoluto. Definitivamente te enamorarás de mi hijo", dijo con aire de confianza mientras agitaba la mano, como si no le diera la menor importancia a mi actitud renuente. "No... yo... no puedo casarme con su hijo; lo siento, pero... ¿hay alguna otra forma de saldar la deuda?", repuse en tono suplicante. "Tal vez prefieras que cortemos tu cuerpo en trozos y vendamos todos tus órganos en el mercado negro. Pero quizás ni siquiera así recuperaremos los quinientos millones de dólares…", dijo él mientras me miraba de arriba abajo, como si tasara mi valor. "Por favor, déjeme ir a casa. Mi abuela es muy mayor y solo nos tenemos la una a la otra. Necesito regresar para cuidarla…", dije en tono suplicante. "Si te casas con un miembro de esta familia, tendrás todo lo que puedas desear: poder, riqueza, fama, lo que sea. Solo tengo un hijo y él está destinado a ser mi heredero", repuso apasionadamente. ¿Casarme con su hijo, señor? ¡Pero eso sería una locura! Solo en una ocasión he considerado la posibilidad de contraer matrimonio, pero... bueno, las cosas simplemente no funcionaron... De todos modos, si alguna vez quisiera casarme, ¡seguramente no lo haría con el heredero de un clan mafioso! "¿Qué sucedería… si me niego?", pregunté en tono vacilante; mi voz era escasamente audible. "¡Jajaja! ¿Lo dices en serio, cariño? ¿Qué te hace pensar que puedes negarte? No creerás que he ordenado que te trajeran hasta mi base de operaciones desde tan lejos solo para que rechazaras mi oferta y luego te marcharas de aquí como si tal cosa. Solo los miembros más importantes de la mafia saben dónde está este lugar; comprenderás que no puedo dejar que te vayas ahora que tú también lo conoces.…", declaró con dulzura, sin dejar de sonreírme con amabilidad. Sin embargo, el contraste ente la dulzura de su voz y sus acciones no podría haber sido más marcado: colocó con lentitud un objeto negro sobre la mesa de centro. Quedé estupefacta al darme cuenta de que se trataba de un arma. "Te vas a casar con mi hijo, como estipula el contrato", insistió con vehemencia. "¿El contrato?", pregunté, confundida. ¿Acaso el contrato estipulaba ese absurdo acuerdo? "Así es. Lee tú misma los términos", repuso mientras señalaba dicho documento. "¿Qué d*monios…?", murmuré para mis adentros, al tiempo que leía rápidamente los términos del contrato. En efecto, en la última página había una cláusula que rezaba "en caso de que la deuda no pueda ser saldada, los deudores aceptan permitir que su hija, la señorita Margarita Alfonso, contraiga matrimonio con el miembro de la familia del prestamista que este determine, sin importar de quién se trate". ¿Qué clase de estipulación absurda era esa? ¿Cómo habían podido mis padres firmar un documento que contuviera una disposición tan descabellada? ¿Acaso estaban absolutamente seguros de que, cualesquiera que fuesen las circunstancias, serían capaces de finiquitar la deuda? --Continuará…

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