Capítulo 2
De repente, con un ruido sordo, quedé atrapada debajo de él. Me había colocado debajo de su cuerpo y ahora estaba sentado a horcajadas sobre mis caderas, mientras sujetaba mis muñecas con sus manos, en el suelo. Gemí fuertemente en el momento en que bajó la cabeza y comenzó a besar y chupar el costado de mi cuello, en un movimiento agresivo que hacía que oleadas de placer recorrieran todo mi cuerpo.
Fuertes sonidos de besos y succión resonaron en la habitación, junto con mis jadeos y gemidos de éxtasis, mientras él continuaba cubriendo de besos ambos lados de mi cuello. Me besó y lamió hasta que mi cuerpo se sintió débil, como si estuviese bajo el efecto de alguna droga, debido a aquel intenso placer que él me había proporcionado.
Sentí sus grandes manos deslizarse una vez más debajo de mi ropa y tomar mis senos. Suspiré, extasiada, debido a la sensación de placer que experimenté cuando los masajeó, jugueteando con ellos. Sus manos varoniles presionaron mis senos con tanta fuerza que comencé a sentir un leve dolor; no obstante, el placer nublaba mi mente hasta el punto de que aquel dolor era prácticamente imperceptible.
Continuó chupando mi cuello mientras sus manos acariciaban mis senos. Sentía que mi cuerpo ardía mientras me retorcía debajo de él. Grité un poco más fuerte cuando sus dedos comenzaron a juguetear hábilmente con mis pezones erectos.
"¡Ah! ¡Ahh…!", gemí sin cesar cuando retorció mis pezones calientes entre sus dedos.
Sentí sacudidas de placer que recorrían mi cuerpo desde las puntas de mis senos hasta la zona caliente entre mis piernas. La forma en que me tocaba hacía que me volviera loca de lujuria y deseo. Sus caricias eran verdaderamente maravillosas...
"Osirio… despierta… detente", logré decir, pero luego mis gemidos prosiguieron.
Ignorando mis protestas, él continuó explorando mi cuerpo con sus manos. Sentí que una de sus manos se deslizaba entre mis muslos y comenzaba a acariciar la suave carne de la parte interna de mis muslos de arriba abajo, con lentitud y delicadeza. Aquellas seductoras caricias hacían que la piel se me pusiera de gallina.
Inhalé profundamente y contuve el aliento mientras sentía como su mano se deslizaba lentamente por la parte interna de mi muslo, centímetro a centímetro, hasta finalmente detenerse en el punto al que deseaba llegar. Las yemas de sus dedos se hundieron entonces en la cálida humedad de la zona entre mis piernas.
"¡Ahh... Osirio...!", exclamé y luego me mordí el labio inferior. Mi cabeza se movía de un lado a otro, mientras me abandonaba al placer.
Sentí cómo sus dedos acariciaban mi raja húmeda y palpitante, despertando mi calor femenino. El dolor placentero que experimentaba en la parte inferior de mi abdomen se intensificó y sentí cómo mis jugos de amor brotaban de mi abertura ante aquel toque que tanto deleite me producía. Acarició con manos expertas la entrada de mi v*gina, moviendo sus dedos de arriba abajo, pero sin llegar a introducir su mano.
Su toque era extremadamente placentero y adictivo. Comencé a mover mis caderas, en un intento por guiar sus dedos juguetones hacia el punto sensible situado entre mis piernas. Me odié a mí misma por mi reacción placentera ante sus caricias y por desear que no dejara de tocarme. Sin embargo, en ese momento realmente necesitaba sentir sus manos en mi clít*ris endurecido e hinchado.
¿Acaso me sentía así por el hecho de que hacía mucho tiempo no sostenía relaciones s*xuales con un hombre, o era solo que me sentía atraída por él? Cualquiera que fuese la razón, no quería que sus manos inquietas se detuvieran. Ansiaba que siguiera proporcionándome placer hasta que yo llegara al orgasmo...
Como si fuera consciente de aquel deseo mío no manifestado, él comenzó a presionar mi clít*ris hinchado con sus dedos; lo pellizcó con fuerza, retorciéndolo entre las yemas de sus dedos. Era una sensación realmente maravillosa… incluso mejor que aquella que yo experimentaba cuando me tocaba mi cuerpo mientras me mast*rbaba. Era como si él conociera muy bien todas las zonas erógenas de mi cuerpo. Gemí tan fuerte que tuve que cubrirme la boca con la mano.
Lo peor que podía pasar en ese momento era que él despertara. Si ello sucedía y él me veía así, atrapada debajo de su cuerpo, seguramente me sometería a un tormento incesante. Sin embargo, pronto dejé de preocuparme por ello, pues parecía haber perdido la capacidad de pensar. Sentí cómo sus dedos separaban los pliegues de mi v*gina y luego experimenté una sensación punzante entre mis piernas.
"¡Ahhhh...!", gemí, mientras mis caderas se sacudían hacia arriba.
Él había introducido bruscamente su dedo, largo y grueso, en mi agujero empapado. Sin darme tiempo para acostumbrarme a la sensación de su dedo dentro de mí, comenzó a retorcerlo. Sus dedos frotaron las paredes de mi v*gina, haciendo que mi cuerpo temblara de puro deseo. Yo no podía creer que los movimientos de su dedo dentro de mi agujero me llevaran al éxtasis.
Pronto sus dedos encontraron mi punto G y comenzaron a acariciarlo y presionarlo con fuerza. Él introdujo y extrajo repetidamente su dedo de mi agujero, desde varios ángulos, estimulando aquella zona erógena con cada una de sus embestidas. Me mordí los dedos, tratando de contener un grito de éxtasis. Mis caderas se agitaban contra su mano, en un movimiento frenético, mientras mi v*gina insaciable apretaba su dedo con desesperación.
Casi llegué al clímax cuando él insertó otro de sus gruesos dedos dentro de mi agujero empapado, estirando la entrada del mismo y mis entrañas. Experimenté un deleite increíble mientras sus dedos llenaban y frotaban las paredes de mi túnel del amor. Mi cuerpo se retorció debajo del suyo y separé todavía más las piernas para que él pudiera introducir sus dedos más profundamente en mi cuerpo.
En ese punto ya me resultaba imposible contenerme; podía sentir que estaba al borde del orgasmo. Si él no dejaba de mover sus dedos dentro de mí de esa manera, me correría… muy pronto.
"¡Osirio...!", grité mientras me cubría la boca con la mano, en el momento en que alcancé el orgasmo.
Intenté sobrellevar en silencio el impacto de mi clímax, mientras cerraba los ojos y me mordía los dedos. Mi cuerpo entero se sacudió en espasmos y tembló bajo el peso de aquel hombre, mientras múltiples oleadas de placer me invadían. Mi mente se quedó en blanco y no pude recordar nada más después de eso...
Cuando acepté el contrato con el padre de Osirio, jamás imaginé que esta sería una de sus consecuencias...
--Continuará…