Webfic
Open the Webfic App to read more wonderful content

Capítulo 6

El guardaespaldas, al ver que ella no se arrodillaba, estuvo a punto de actuar, pero se detuvo cuando Sara lo miró con frialdad. —Si te atreves a tocarme, haré que retiren la lápida de la madre de Manuel de aquí —dijo con voz helada. —¿Quieres probar si me atrevo o no? El movimiento del guardaespaldas se congeló al instante. Se miraron entre sí, sin atreverse a hacer el menor gesto. Sara apartó la mirada. Permaneció de pie mientras encendía una vela para Paula. Al contemplar la foto del retrato, su corazón se llenó de sentimientos contradictorios. Desde el momento en que se dio cuenta de que le gustaba Manuel, había considerado a Paula como a su propia madre. Incluso, en lo más profundo de su corazón, pensó que, si algún día llegaba a casarse con Manuel, tendría a las dos mejores madres del mundo. Por eso quería preguntarle: ¿por qué había dormido con su padre? ¿La había tratado bien por causa de él? Si era así, ¿por qué entonces le cedió la oportunidad que podría haber sido suya? ¿Había pensado alguna vez en los sentimientos de Manuel y de ella? Si temía que Manuel se sintiera decepcionado al saber que tenía una madre así, ¿por qué lo hizo? Pero nunca sabría la respuesta. La vela se consumió y las cenizas se dispersaron al viento. Justo cuando la llama se apagó, su teléfono vibró: había recibido un nuevo mensaje. [¿Alguna vez te has preguntado por qué conozco tan bien los detalles del secuestro de aquel año?] El corazón de Sara se contrajo de golpe, y la punta de sus dedos se volvió helada. De inmediato apareció otro mensaje, como un trueno que estalló en sus oídos. [El secuestrador era mi padre]. [En aquel entonces, mi madre estaba gravemente enferma y necesitábamos dinero. Él aceptó el dinero de otros para hacerles un favor. Después, fue enviado a prisión por las dos familias, y lo ejecutaron]. ¡Entonces todo tenía sentido! Por eso Nuria conocía tan bien los hechos del pasado. Por eso en sus ojos siempre había una sombra de odio apenas perceptible... Y ahora estaba con Manuel... Un escalofrío recorrió el cuerpo de Sara. Inmediatamente marcó el número de Manuel: una vez, dos veces... nadie contestó. Finalmente, solo escuchó el frío mensaje del buzón: el teléfono estaba apagado. Aunque él la había herido profundamente, aunque entre ellos todo estaba ya hecho pedazos. Al recordar el momento de la avalancha, cuando él instintivamente la empujó para salvarla; al pensar en los veinte años de enredos y noches interminables, en la paciencia y serenidad con que él la había soportado incluso cuando estaban enfrentados... Sara descubrió que no podía quedarse de brazos cruzados viendo cómo él podía correr peligro. Respiró hondo y se volvió hacia el jefe de los guardaespaldas, hablando con voz urgente y firme: —Manuel está en peligro. ¡Nuria quiere hacerle daño! ¡Dime adónde fueron! El guardaespaldas vaciló, evidentemente incrédulo. La mirada de Sara se volvió aguda, y gritó con autoridad: —¡No tengo tiempo para bromas! Si a Manuel le pasa algo, ¿podrán ustedes asumir la responsabilidad? ¡Dime la dirección! Ante la desesperación y la determinación incuestionable que vio en sus ojos, el guardaespaldas finalmente cedió y le dio el nombre de un hotel y el número de la habitación. Sara ordenó de inmediato que la llevaran en auto al hotel. Tan pronto como el vehículo se detuvo, vio humo espeso saliendo del ala lateral del edificio. Las llamas ya escapaban por las ventanas; el fuego era descomunal. La multitud huía presa del pánico, entre gritos y llantos. El corazón de Sara se hundió. Apretó los dientes y, contra toda lógica, corrió hacia el incendio, en dirección contraria a la multitud. El humo la asfixiaba casi hasta la inconsciencia; el calor abrasaba su piel. Guiada solo por su memoria y su instinto, avanzó con dificultad hasta la suite donde creía que podría estar Manuel. La puerta estaba entreabierta, y dentro el humo era aún más denso. Lo vio enseguida: Manuel yacía en el suelo, aparentemente inconsciente, drogado. De Nuria no había ni rastro. Sin tiempo para pensar, Sara reunió todas sus fuerzas para levantar al hombre corpulento y comenzó a arrastrarlo hacia afuera, tambaleándose. El fuego se extendía con rapidez; la decoración de madera se derrumbaba con sonidos aterradores. Una viga ardiendo cayó con estrépito frente a ellos, bloqueando la única salida. En una fracción de segundo, Sara reunió la última chispa de energía que le quedaba y empujó con fuerza a Manuel hacia adelante, lo justo para que escapara del impacto. Ella, en cambio, fue alcanzada por la viga que caía. En el instante antes de que la oscuridad la envolviera, miró la cara inconsciente del hombre y sintió una profunda calma. Manuel, tú me empujaste una vez en la montaña nevada; ahora yo te salvo en el fuego. Desde hoy, estamos en paz.

© Webfic, All rights reserved

DIANZHONG TECHNOLOGY SINGAPORE PTE. LTD.