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Capítulo 3

Su mirada se fijó en ella, evidentemente molesto por su desaparición. Rosa apretó los labios, reunió valor y le sostuvo la mirada. —¿Así que todavía puedes preocuparte por una mujer sin importancia? —dijo ella. Rosa, que siempre había sido dócil y obediente, se enojó, lo que sorprendió a Bruno. Una repentina sensación de rebeldía surgió en él, y de pronto la atrajo hacia sí, rodeándola con fuerza por la cintura. —¿Una mujer sin importancia? —¿Crees que para mí eres una mujer sin importancia? Rosa no entendía por qué Bruno se había vuelto loco de repente. Le sostuvo la barbilla, dispuesto a besarla. En ese instante, una voz sonó a su lado. —Bruno, aquí estabas. Nancy te está buscando. Él frunció levemente la frente, soltó a Rosa y le dijo a aquella persona: —Lo sé, iré enseguida. Rosa fingió sorpresa y le preguntó a Bruno: —¿Conoces a mi hermana? —¿Conocerla? Mucho más que eso, su relación es más emocionante de lo que imaginas —dijo el amigo de Bruno con una expresión burlona—. Rosa, prepárate para sorprenderte. Cuando ambos se alejaron, una chispa de ironía cruzó los ojos de Rosa. Ellos aún creían que ella no sabía nada, así que esa noche planeaban ofrecerle un espectáculo de humillación. Pero lo que ellos ignoraban era que ella ya había controlado sus emociones y estaba preparada para romper con Bruno. En el momento más animado del banquete, las luces se apagaron de repente. En un instante, un reflector iluminó el escenario: Bruno, impecablemente vestido, apareció tomado del brazo de Nancy, que llevaba un vestido blanco. Daniel, sonriente, levantó la mano para pedir silencio y dijo en voz alta: —Hoy los he invitado por dos razones: una, para dar la bienvenida a Nancy, que ha regresado después de completar sus estudios, y dos, para anunciar una gran noticia. —Las familias López y Herrera siempre han mantenido una estrecha amistad, y hace años acordaron el compromiso entre Nancy y Bruno. —Ahora que ambos se aman profundamente, la fiesta de compromiso se celebrará a finales de este mes. ¡Espero que todos puedan venir a presenciar su felicidad! Al terminar Daniel y los amigos de Bruno miraron al tiempo a Rosa, esperando deleitarse con su colapso. Pero ella permaneció de pie entre la multitud, serena, sin expresión, como si todo lo que ocurría en el escenario no tuviera nada que ver con ella. Bruno arrugó ligeramente la frente. En su imaginación, Rosa, al enterarse de su relación con Nancy, habría perdido el control. Pero en ese momento, su calma era excesiva. Una inexplicable irritación brotó en el corazón de Bruno. Nancy, perceptiva, notó su cambio y preguntó apresuradamente: —¿Qué te pasa? Bruno retiró la mirada con discreción. —Nada, me distraje un momento. Él sabía muy bien que Rosa lo amaba y era imposible que no reaccionara. Solo estaba fingiendo. ... Rosa fue al baño y se lavó la cara con agua fría. Al recordar lo que alguna vez sintió por Bruno, solo pudo pensar que había sido increíblemente estúpida. No era de extrañar que él solo hubiera estado con ella una vez en dos años. No lo hacía por afecto o por cuidarla, sino porque no la consideraba digna de su deseo. Y aquella primera vez que ella tanto valoraba, para él no fue más que material para arruinarla. Cuando Rosa regresó al salón, Daniel la llamó enseguida: —Rosa, ven a saludar a Bruno. Ella se acercó a Bruno con una sonrisa medida en los labios: —Hola. Al oír su voz tranquila, Bruno se tensó. Nancy, sin percatarse de nada, sonrió: —Rosa, acabo de enterarme de que Bruno es director en tu escuela. ¡Qué coincidencia! Si alguna vez tienes algún problema, no dudes en pedirle ayuda; al fin y al cabo, él y nosotros somos familia. Rosa apretó los dientes y respondió lentamente: —No le causaré molestias. No miró la expresión de Bruno, pero pudo sentir su mirada gélida, tan cortante como el viento del invierno, que la hizo estremecerse por completo. Tras unas breves palabras de cortesía, Rosa se dispuso a irse. Pero Nancy se adelantó y la tomó del brazo, fingiendo afecto: —Rosa, hace tanto que no nos vemos. Tengo tantas cosas que quiero contarte. Sin darle oportunidad de negarse, la arrastró hacia el salón de descanso. Apenas cerró la puerta, Nancy dejó de sonreír y su expresión se volvió fría y cruel: —He oído que tú y Bruno se acostaron, y que el video está por todas partes. ¿De verdad crees que con trucos tan bajos podrás retener su corazón? —Te diré la verdad: él no te quiere. Y no solo eso, también... ¡te desprecia profundamente! —Fue idea mía difundir que tu madre era una amante, y también le pedí a él que te sedujera. Solo quería verte enamorarte poco a poco de él... y luego ser destruida por sus propias manos.

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