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Capítulo 4

Desde el punto de vista de Regina. "¡No, no, no! No puedo...", esto no era parte del contrato. ¡No esperaba algo así sucediera! Seguí forcejeando para quitármelo de encima, pero no me soltaba. Me bajé de la cama y él me agarró por los tobillos y no me dejó ir por más patadas que le di. Me agarró la mano y me apretó contra su cuerpo. Su er*cción rozó mis n*lgas. "¿Lo puedes sentir? Mira qué bien te puedo hacer disfrutar", respondió con un gruñido. No quería sentir esto, solo accedí a ser su falsa esposa temporal, ¡no era una p*ta! "¡Suéltame!", grité, forcejeando con él. "Siento desde ya lo dulce que serás", tras decir eso, me empujó al suelo, estampando mi cabeza contra él. "Ah", solté un quejido de dolor mientras me sujetaba la cabeza. Fue un dolor agudo lo que sentí. "Por favor... Se lo suplico...", intenté incorporarme. "No es necesario que me lo ruegues, cariño", se desabrochó y bajó la cremallera de los pantalones. Me empujó de nuevo al suelo y alzó mis manos por encima de mi cabeza, sujetándolas con firmeza. Cuando empezó a besarme el cuello, me armé de valor y le di un rodillazo en la ingle. Y por fin, me soltó. "Ah...", él rodó lejos de mí, se agarró el lugar donde lo había golpeado. Utilicé toda mi fuerza, así que iba a estar adolorido un buen rato. Me puse de pie, tambaleándome un poco. "No... No te vayas...", alzó la voz. Pero de ninguna manera iba a quedarme ahí. Salí de la habitación a toda velocidad. Sin embargo, a medida que corría por el pasillo me di cuenta de que no tenía adónde huir. Miraba de derecha a izquierda preguntándome hacia dónde ir, y a quién acudir. No me quedaba más que correr sin rumbo, deseaba salir de este infierno, alejarme de ese d*monio... ... Desde el punto de vista de Percival. En el bar. Desde luego, en cuanto dejé claro que estaba casado, las cosas mejoraron mucho con el señor Ronald. Así que le pedí a mi amigo Nelson que viniera al bar a celebrarlo. Estábamos sentados junto a la barra, y bebimos una cantidad razonable de alcohol. "¿Me estás contando que has contratado a alguien para que sea tu esposa, por un tiempo?", me inquirió Nelson cuando acabé de explicarle los últimos acontecimientos. Entonces, yo asentí con la cabeza. "Oye, la verdad es que no sé si decir que eres listo o que estás loco", se burló de mí entre risas. "Ambas cosas, tal vez, ¡pero de verdad necesito este trato!", Nelson, que era mi amigo, sabía muy bien cuáles eran mis ambiciones. Me miró con seriedad, luego tomó el vino de la mesa y lo levantó hacia mí, como mostrando su respeto por mi persistencia. Luego de que los dos tomáramos un sorbo de vino, preguntó lo siguiente, como si se le hubiera ocurrido algo de repente: "Así que, ¿esa chica vivirá contigo durante un año?" Y entrecerró los ojos poniendo una mirada pícara. Me imaginaba en qué estaba pensando, pero yo no era él, que podía f*llarse a cualquier mujer. "No soy como tú", me bastó decir eso para que entendiera a qué me refería, y el cuerpo que había estado cerca de mí se echó hacia atrás como si mis palabras carecieran de interés. "¡Ya sé, eres fiel a la gran cantante!", a quien se refería era a Violet, mi verdadero amor. "Tú...", me disponía a aconsejarle que también fuera sincero con el amor cuando de pronto sonó mi teléfono. Riin, riin. Al mirar la pantalla, me di cuenta de que era mi abuela. Dejé la copa y contesté al teléfono. Apenas me comuniqué y antes de que pudiera hablar, se oyó la voz preocupada de mi abuela: "¡Percy, ha desaparecido!" Fruncí el entrecejo. "¿Quién?" "Tu esposa temporal", me contestó la abuela. Apreté el puño mientras hablaba por teléfono: "¿Cómo que ha desaparecido?". ¿Acaso pretendía huir con mi dinero sin cumplir lo pactado? "Bueno cuando... Cuando la criada subió a llevarle el almuerzo, ella no se encontraba en la habitación". "Enseguida iré a casa", colgué la llamada y me puse de pie. "¿Qué ocurre?", preguntó Nelson, aturdido. "Te llamaré después", pagué la cuenta y me retiré del bar. Si de verdad esa señorita había intentado fugarse con mi dinero... Y sabotearía mi trabajo con el señor Ronald... Sabría las consecuencias... ... Cuando regresé a casa, vi a Austin y a mi abuela caminando de un lado a otro. En cuanto me vieron, corrieron hacia mí para contarme todo lo que había pasado a mediodía. "¡La hemos buscado por toda esta zona, pero no había rastro de ella!", me contó la abuela angustiada. En este momento, tenía que estar más tranquilo. "¿Y en la casa? ¡A lo mejor aún sigue aquí!" "¡Ya buscamos ahí! Y en todos los sitios donde pudimos entrar", contestó Austin. ¡Un momento! ¿Lugares en los que podían entrar? Eso significa que no buscaron espacios privados que yo hubiera cerrado con llave, etc. Sí, disponía de muchos espacios privados en esta casa, como mi sala de arte, donde nadie se atrevía a entrar sin mi permiso, incluida la abuela. "Yo me encargo, iré a buscarla, ustedes descansen", una vez dicho esto me di la vuelta y me dirigí hacia mi sala de arte, sería bueno que estuviera allí. ... Tras abrir la puerta, la habitación estaba a oscuras. Todo estaba tranquilo y no parecía que ocultara a nadie. Clic. Al encender la luz, la vi acurrucada en el suelo. ¿Acaso estaba loca? ¿Por qué había entrado en esa habitación oscura y se había quedado aquí durante horas? ¿Tal vez la abuela había contratado a una psicópata? Pero antes de que lograra levantarla, notó la luz y emitió un sonido incómodo. "Ah...", alzó la mano para taparse los ojos. Sin embargo, no disponía de tiempo para esperar a que se despertara, así que le ordené: "Levántate". Al parecer, mi voz la asustó, y sus ojos, temerosos de la luz, se abrieron de repente y ella siguió retrocediendo hacia la esquina. En la tranquila habitación de arte solo se oía su voz llena de temor: "No... Por favor... Aléjate... No te me acerques". ¿Tenía miedo de mí? Nunca había hablado con ella, ¿por qué estaba asustada? Sin duda esto no iba a funcionar, no podía hablar con ella si no se tranquilizaba. Entonces me acerqué a ella, le puse la mano en el hombro tembloroso y le susurré en tono tranquilizador: "Cálmate, no voy a hacerte daño, te lo aseguro", y ella se apartó el cabello de la cara como para mirarme fijamente. Nuestras miradas se cruzaron. Ese fue el momento en que... Me pareció que estaba encantado por un instante. Aquellos ojos eran los ojos más hermosos que jamás había visto.

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