Capítulo 4
María se acercó directamente a la puerta de la oficina de Alejandro. Justo cuando estaba a punto de golpear para entrar, se dio cuenta de que la puerta no estaba completamente cerrada, dejando una rendija.
A través de esa rendija, vio a Carmen acurrucada en los brazos de Alejandro, susurrando con voz melosa: —Querido, ¿me quieres a mí o prefieres a María?
Él la abrazó y la besó en la mejilla. —Por supuesto que te amo, tonta. Pero en la empresa debemos tener cuidado, María también está en la empresa.
—¡Hmph! Siempre dices lo mismo, pero yo te veo tan educado con ella. ¡Es que no me quieres! —Carmen hizo un puchero, su tono estaba lleno de queja y resentimiento.
Alejandro la acarició en la espalda y la tranquilizó. —Tonta, la persona que más amo eres tú. María, después de todo, es una de las fundadoras de la empresa y tiene bastantes acciones. Ahora la empresa aún necesita sus diseños. Cuando llegue el momento adecuado, naturalmente me encargaré de ella. No te preocupes, solo tengo ojos para ti.
Al escuchar esto, Carmen dejó escapar una ligera sonrisa, pero aún no estaba completamente satisfecha. —Alejandro, ¿puedo usar los nuevos diseños de María para participar en el concurso? Yo también quiero ayudarte.
Alejandro sonrió, y en sus ojos brilló una chispa de astucia. —Pronto. Después de que termine este concurso de diseño de joyas, encontraré una excusa adecuada para que ella salga de la junta directiva. Entonces, la empresa será nuestra.
Carmen asintió complacida y, con tono juguetón, respondió: —Eso está mejor, pero debes cumplir con lo que prometes, no vayas a ablandarte al final.
Alejandro le pellizcó la nariz y sonrió. —No te preocupes, ¿cuándo te he mentido?
Desde fuera de la puerta, María escuchó todo esto, y un escalofrío recorrió su cuerpo.
No podía creer que Alejandro no solo estuviera con Carmen, sino que también estuviera planeando echarla de la empresa.
María apretó los puños con fuerza, sintiendo las uñas clavarse en sus palmas, pero no sentía dolor.
Trató de calmarse.
María retrocedió unos pasos, se dio la vuelta y se alejó de la puerta de la oficina.
Al regresar a su oficina, se sentó en la silla, con la mente trabajando a toda velocidad.
Sus ojos se posaron en el diseño incompleto sobre su escritorio, y poco a poco comenzó a tener una idea.
Alejandro sabía que María había llegado a la empresa, así que entró a la oficina al instante.
Al verla sentada frente a su escritorio, con una expresión tranquila, Alejandro no pudo evitar arrugar la frente.
Se acercó a la mesa de María, apoyando ambas manos en ella y, ligeramente inclinado, intentó suavizar el ambiente con un tono más amable.
—María, ya te lo he dicho, solo trato a Carmen como una hermana. Ayer por la noche estaban bromeando —alegó Alejandro.
Ella levantó la cabeza, lo miró tranquilamente y una ligera sonrisa apareció en sus labios, pero esa sonrisa no llegó a sus ojos.
—Alejandro, ayer te lo dejé muy claro. Hemos terminado. En cuanto a las acciones de la empresa, las venderé. A partir de ahora, no tenemos ninguna relación —dijo ella con firmeza.
La cara de Alejandro se tensó ligeramente. —María, realmente te has equivocado. Si no me crees, puedo pedirle a Carmen que venga a explicártelo personalmente.
—No hace falta —interrumpió María con tono frío. —Alejandro, ya no somos unos niños. Hay cosas que deben quedar claras. En cuanto a ti y Carmen, no me interesa lo más mínimo.
El semblante de Alejandro se oscureció gradualmente. La miró fijamente, y en su tono se detectó un leve toque de amenaza. —María, ¿qué significa esto? ¿De verdad vas a dejar que algo tan insignificante arruine nuestra relación?
—¿Insignificante? —María soltó una risa amarga, su mirada llena de sarcasmo. —Alejandro, ¿de verdad crees que esto es una tontería? ¿O acaso piensas que yo, soy una persona que puedes engañar tan fácilmente?
Las cejas de Alejandro se fruncieron con fuerza, y su tono se volvió más firme y cortante. —María, no te pases de la raya. Esta vez te lo perdono, pero espero que no haya una próxima.
Ella se levantó de su silla, lo miró directamente a los ojos, y con voz firme y serena dijo: —Alejandro, hablo en serio.
El ambiente entre ambos se volvió tenso, cargado de una atmósfera cargada de confrontación.
Alejandro apretó ligeramente los puños, pero al final soltó una risa fría y se dio la vuelta para ir hacia la puerta.
—María, espero que lo pienses bien.
Alejandro dejó esa última frase, y sin mirar atrás, salió de la oficina.
La puerta se cerró de golpe, y ella se quedó de pie en el mismo lugar, inhalando profundamente mientras trataba de calmar las turbulencias en su corazón.
Luego, rápidamente comenzó a trabajar. A partir de ahora, transferiría sus responsabilidades, vendería sus acciones y se alejaría de ese inútil.
...
Casa de los López
Un Maybach edición limitada se detuvo lentamente en el antiguo y elegante patio, con el diseño aerodinámico del auto contrastando fuertemente con las tejas grises y los ladrillos azules del lugar. Finalmente, el auto se detuvo.
La puerta del auto se abrió, y un par de brillantes zapatos de cuero tocaron el suelo. Diego, con sus largas piernas que desafiaban la gravedad, caminó hacia el salón.
Al entrar en el vestíbulo, Lucía Ruiz, que estaba viendo televisión, escuchó el ruido y levantó la mirada al verlo. Se sorprendió, antes de soltar una voz alegre.
—¡Ay! ¡Nuestro adicto al trabajo finalmente ha vuelto! Por cierto, ¿has visto todas las fotos que te envié?
Diego se quedó sin palabras.
Se acercó, y su cara mostró una leve expresión de resignación. —Madre, justo quería preguntarte... ¿Qué significa eso? ¿Por qué en ese álbum de citas hay fotos de hombres?
Lucía frunció ligeramente las cejas y, con tono molesto, explicó: —¿No es para darte más opciones? ¿Y si te gustan los chicos? En fin, a mí no me importa, lo único que quiero es que me traigas a alguien para que sea mi nuera.
Al escuchar esto, Diego movió ligeramente los labios, su tono reflejaba algo de resignación y firmeza. —Madre, mi orientación sexual es completamente heterosexual. No sigas con esto, ¿de verdad crees que soy tan solitario?
Lucía, sin inmutarse, hizo un gesto con la mano y en sus ojos brilló una chispa de picardía. —Ay, hijo, ¿por qué eres tan terco? Hoy en día, la sociedad es mucho más abierta, lo que importa es que te guste alguien, no importa si es un chico o una chica.
Diego arrugó la frente y, estirando su corbata azul oscuro, contestó: —Madre, ya no sigas gastando energías en esto. Ya encontré a tú futura nuera.
Lucía, al escuchar esto, le lanzó una mirada de desaprobación. —¿Hablas como si fueras a traerla a casa de inmediato? ¿Entonces, ¿dónde está mi nuera?
—En tres días vendrá.
Lucía pensó que había oído mal. —¿De verdad?
—¡Claro! —Diego asintió con la cabeza y luego subió las escaleras.
Al instante, Lucía saltó del sofá, gritando con urgencia: —¡Javier López, tenemos un gran problema! ¡Tu hijo finalmente está muriendo!
Diego, al escuchar esto, sintió cómo varias gotas de sudor frío se formaban en su frente.
María, después de regresar de la empresa y cenar con Laura, ahora estaba recogiendo sus cosas.
Aún no sabía cómo decirle que había cambiado de novio y que se casaba con este otro.
Qué dolor de cabeza.
En ese momento, su teléfono sonó con un mensaje...