Capítulo 22
En el reservado, estaban sentados Ignacio y Julia, así como sus amigas.
Al ver a Camila, Ignacio dejó los cubiertos a un lado, alzó una ceja y la miró con un significado profundo, como si estuviera esperando que Camila se acercara a disculparse.
Y cuando Julia la vio, en sus ojos brilló un destello de triunfo, luego mostró un gesto de preocupación y dijo: —Camila, ¿cómo es que trabajas a medio tiempo en un lugar como este? He oído que llevas más de medio mes y apenas ganaste trescientos dólares.
Trescientos dólares, que ni siquiera alcanzaban para pagar esa comida.
Incluso lo que llevaba puesto y adornado, hasta una simple horquilla, valía más de trescientos dólares.
Pero esos insignificantes trescientos dólares eran lo que Camila tenía que ganar trabajando duro cuatro horas diarias, después de la escuela, sirviendo mesas en aquel lugar.
Al pensar en eso, Julia se sentía aún más complacida.
Camila era una muchacha que había crecido en el campo, ganar dinero le resultaba tan difícil, ¿c

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