Capítulo 3
El hecho de que el premio a mejor actriz que debería haber sido para Lidia fuera otorgado a una actriz desconocida causó un gran escándalo por el Internet.
Ya sea críticas o elogios.
O discusiones sobre quién era el poderoso que la respaldaba.
En resumen, Serena se volvió famosa de la noche a la mañana.
Cuando Lidia se despertó al día siguiente, su celular estaba inundado de titulares sobre Serena.
Con solo echar un vistazo, comenzó a empacar sus cosas. En este momento alguien llamó a la puerta. Era Ramón.
—¿Por qué estás empacando? —, él preguntó frunciendo los ceños.
Lidia dijo sin cambiar la expresión en su rostro: —¿Qué más podría ser? Por supuesto que es para ir a trabajar.
Al oír esta respuesta, Ramón parecía aliviarse. —Muy bien, justamente Serena está en auge ahora, pero no conoce bien este sector. Llévala contigo.
Lidia detuvo sus movimientos: —¿Por qué debo hacer esto?
Apenas lo preguntó, Ramón cambió su expresión por completo.
—¿Podrías dejar de ser tan mezquina? Ella es mi cuñada y también la tuya, es normal que la cuides un poco.
—¿Cuñada?
Lidia soltó una risa fría: —Nunca he visto a nadie abrazar y besar a su propia cuñada.
Ramón puso cara seria: —Ya te lo expliqué, estaba borracho y la confundí contigo. ¿Podrías dejar de armar líos sin razón?
—¿Por qué no aprendes de Serena y te portas bien?
Apenas terminó de hablar, Serena se acercó frotándose los ojos y se apoyó naturalmente a su lado.
—Lidia, ¿vas a participar en un programa de entretenimiento? Mi agente acaba de llamarme y dijo que también iría al mismo que tú.
—Estoy muy nerviosa, llévame contigo.
Lidia le echó un vistazo.
Hay que admitir que Serena realmente es adecuada para ser actriz.
Fingía muy bien.
Actuaba según la situación, cuando Ramón no estaba, no era tan amable con Lidia.
Lidia no se molestó en hacerle caso.
Serena realmente tuvo el descaro de ir con ella.
En los bastidores del programa, todos las vieron venir juntas y no paraban de hacer conjeturas.
Serena incluso insistió en tomar del brazo a Lidia de manera afectada, fingiendo ser muy íntima con ella.
Lidia no podía librarse de ella por más que lo intentara.
Pronto comenzó la grabación del programa.
Una de las pruebas de este programa requería formar parejas para cruzar un "puente de cuerda", y por coincidencia, Lidia y Serena fueron divididas en el mismo grupo.
Serena se ofreció voluntaria: —¡Yo iré delante!
Pero al llegar al medio, ya no pudo avanzar.
Gritaba de miedo sin cesar y se movía nerviosamente.
Lidia estuvo a punto de caerse varias veces por sus movimientos y solo podía recordarle: —¿Puedes dejar de moverte? Avanza, vamos a perder.
Pero al siguiente segundo, Serena resbaló.
Se cayó.
En el último momento, ella agarró a Lidia y la arrastró consigo.
Por mala suerte, el arnés de Lidia se soltó y ella cayó con un golpe seco sobre una delgada colchoneta a cuatro o cinco metros del suelo, el tremendo impacto la dejó sin aliento por el dolor.
Mareada y con la vista nublada, vio una figura que apareció de repente de la nada, pasó por encima de ella y abrazó a Serena.
Ramón, sostuvo a Serena, quien estaba sin daño, estalló de furia: —¿Quién está a cargo de este proyecto? ¡Salga ahora mismo!
El director y el productor del programa se apresuraron a disculparse con él: —Lo siento, gerente Castillo, investigaré este asunto a fondo y le daré una explicación.
Con sus reverencias, era fácil adivinar que Ramón había invertido una gran suma de dinero en este programa.
Realmente se esforzó mucho para hacer famosa a Serena.
Serena parecía asustada, llorando y acurrucada los brazos de Ramón como un ciervito asustado.
Mientras que, Lidia, quien fue arrastrada al problema, aún no podía levantarse del suelo.
Ramón no le dirigió ni una mirada.
Ella sentía un dolor agudo en el pecho.
El personal médico que llegó a revisarla se alarmó: —¡Llamen a una ambulancia rápido, puede que tenga las costillas rotas!
Fue solo entonces que Ramón le echó un vistazo.
Y solo fue un leve fruncimiento de cejas.
La asistente de Lidia estaba muy preocupada por ella y no pudo evitar cuestionar a Serena: —Obviamente Lidia no podía caer, ¿por qué seguiste tirando de ella?
Serena se acurrucó en los brazos de Ramón.
—Lidia, no deberías haberme apurado tanto. Si no me hubieras apurado, no me habría caído. Me pusiste tan nerviosa, ¿qué podía hacer yo?
Al abrir la boca, echó toda la culpa a Lidia.
La asistente aún quería discutir con ella.
Ramón la miró con frialdad.
—Si te duele por la caída, ve al hospital. Cada vez que hay un problema, le echas toda la culpa a Serena. Lidia, ¡vaya buena asistente que has enseñado!
Lidia no tuvo fuerzas para refutarlo, solo temblaba de dolor sin poder pronunciar ni una palabra.
Echada hacia arriba, miró hacia la luz del techo.
Una lágrima se escapó de sus ojos como si no pudieran soportarlo más.