Webfic
Open the Webfic App to read more wonderful content

Capítulo 1

—Carlos González, no hace falta que busques voluntarios, esta vez realizaré el experimento yo misma. María pronunció estas palabras mientras Carlos, a su lado, fruncía el ceño: —Implantar el chip superavanzado en el cerebro es irreversible. Tú eres la creadora de este chip y, además, la esposa del presidente del Grupo Fénix. ¿Vale la pena arriesgarte a eso? ¿Esposa del presidente? El título que alguna vez había soñado ahora solo le resultaba irónico. Ella insistió: —Este chip es el esfuerzo de diez años de todo el laboratorio. Los voluntarios no siempre dan lo mejor de sí. Ya he tomado mi decisión. El experimento se realizará en siete días. Cuando María salió del centro de investigación, recibió un mensaje de Alejandro en su teléfono: [Sala VIP 88 del club aurora dorada, llega en diez minutos.] Seguramente estaba borracho y esperaba que ella, señora María, fuera a solucionar el problema. Pero cuando María llegó al salón VIP y abrió la puerta, los ojos de un grupo de jóvenes adinerados la miraron con curiosidad. Su esposo, Alejandro, no estaba borracho. Lo vio sentado en el centro del sofá, con una postura relajada, luciendo un elegante traje, mientras abrazaba a Carmen Rodríguez, la estudiante universitaria que había estado cortejando durante toda una semana. —Llegaste a tiempo. Alejandro habló con calma. La puerta del salón detrás de María fue cerrada con fuerza por los guardaespaldas. María fue llevada hasta el sofá por uno de los guardaespaldas. Los rasgos perfectamente esculpidos de Alejandro estaban a solo unos centímetros de ella, y su mirada despectiva recorrió su rostro confundido. —Te llamé para que le limpies los zapatos a Carmen. Si lo haces, olvídate de lo de la corbata, lo olvidamos. ¿La corbata? María se quedó en silencio por un momento. Ayer, mientras lavaba la ropa a mano, había teñido de color la corbata que Carmen le había dado a Alejandro. Él ya la había obligado a arrodillarse más de cinco horas en el balcón por eso. ¿Y aun así no se le había pasado el enojo, al punto de obligarla a limpiarle los zapatos a su amante? Las miradas de todos en el salón se fijaron en ella. María le recordó: —Si me humillas en público, también te estás humillando a ti mismo. —¿Ahora sabes que te estoy humillando? Bien, has mejorado un poco. Alejandro dijo esto mientras rodeaba más estrechamente con su brazo a Carmen. Al mirar nuevamente a María, su mirada se volvió más fría: —Limpia los zapatos, no quiero tener que decirlo por tercera vez. María escuchó el odio reprimido en sus palabras. Ella lo sabía, él la odiaba. El día de su boda, María se enteró por la sirvienta que Alejandro tenía un gran amor, pero esa chica había muerto. Él había jurado no casarse nunca más por su gran amor perdido, pero María, inesperadamente, quedó embarazada de su hijo. Fue por ese niño que Diego García lo forzó a casarse con María, rompiendo su juramento. A partir de ese momento, toda su insatisfacción con Diego y con el matrimonio la volcó sobre María. El odio del pasado, María lo soportaba en silencio, pues nadie podía reemplazar a su gran amor perdido. Pero al ver la postura de Alejandro con la nueva mujer con la que estaba, abrazados de manera tan íntima en el sofá, algo en el interior de María se retorció. —Alejandro, ¿no amabas a tu gran amor? ¿Ahora me torturas para proteger a Carmen, eso cuenta como un cambio de afecto? La palabra "gran amor" hizo que el rostro de Alejandro cambiara ligeramente. Sus ojos se entrecerraron con peligro: —Tienes lengua afilada, parece que no vas a entender hasta que te dé una lección. Después de decir esto, Alejandro presionó un botón en el control remoto. Al instante, la pantalla LCD del salón se encendió, y para sorpresa de todos, comenzó a mostrar las fotos privadas de María. ¡Con uniforme, con disfraz de conejita, con uniforme escolar... Con seda, con encaje... Todos eran trajes reveladores que solo había usado frente a Alejandro, con una desnudez descarada! María sintió su pupila dilatarse violentamente, como si la asfixiaran, y dejó de respirar completamente. La pantalla estaba conectada a todas las televisiones de la ciudad, lo que significaba que en ese instante, sus fotos privadas se habían esparcido por toda la ciudad. Los jóvenes adinerados en el salón estallaron en risas. —¡Señora María parece ser tan juguetona en su tiempo libre, señor Alejandro debe estar muy afortunado! —Señor Alejandro, ¿tiene algo aún más explosivo? Alejandro miró a María, cuya cara ya no tenía ni un rastro de color, con un aire indiferente: —Claro que sí, si les gusta verlas, ¿por qué no compartirlas con todos? —Alejandro, tú... tú eres capaz de... esto... María sintió como si su corazón fuera atravesado por mil puñales. Alejandro sacó el control remoto con calma y, en un tono tranquilo, preguntó: —¿Quieres que te dé cinco segundos para pensarlo, señora María? El alma de María parecía vaciarse, su voz sonó rasposa y débil: —No hace falta, limpiaré los zapatos de Carmen. Después de todo, ya no le quedaba dignidad ni respeto por sí misma. Bajo la mirada satisfecha de Alejandro, tomó la toalla limpia que le entregó uno de los guardaespaldas. Mientras las carcajadas resonaban por todo el salón, María se arrodilló y comenzó a limpiar los costosos zapatos de cristal de Carmen, moviéndolos de arriba abajo. Cada dedo de su mano temblaba, cada segundo la hacía sentirse más humillada... Hasta que los zapatos quedaron impecables, sin una mota de polvo. Levantó la mirada: —¿Te satisface? Alejandro miró a Carmen, que estaba recostada en sus brazos, y le preguntó: —Te dije que no te molestaría, ¿estás lista para mudarte a mi mansión? Su tono tenía una ternura que María nunca antes había sentido. Carmen, sin embargo, frunció el ceño, descontenta: —Alejandro, aún no puedo estar contigo. Aunque soy una estudiante pobre, mi educación no me permite ser una amante oculta, mucho menos ser la tercera en una relación. —¿Así que es eso? Alejandro fingió pensar un momento: —¿Y si me divorcio? La palabra "divorcio" cayó como una piedra sobre el pecho de María. Con voz temblorosa, la advirtió: —Alejandro, piensa bien, los hombres de la familia García no pueden abandonar a sus esposas, si lo hacen... recibirán cien latigazos... —Vaya, señora María, parece que aún estás tan enamorada de señor Alejandro, ¿preocupándote por que le castiguen? No sabía quién había lanzado esa burla, pero el dolor en su corazón se intensificó aún más. Alejandro nunca la había tratado como a su señora María, pero ella aun así lo defendía sin dudar, protegiendo la dignidad de ese matrimonio, solo porque él, alguna vez, le había dado la luz que salvó su vida. En aquel entonces, María tenía apenas nueve años cuando fue capturada por una organización extranjera y llevada al escenario de un espectáculo de deformidades. Justo cuando iban a convertirla allí mismo en un monstruo, fue Diego y Alejandro quienes la rescataron... Ella recordaba para siempre cómo aquel Alejandro de dieciocho años caminó hacia ella como una divinidad, cómo la tomó entre sus brazos fuertes y cálidos mientras estaba llena de heridas, y la tranquilizó con una voz suave: —Pequeñita, no tengas miedo. Fue gracias a esa calidez que ella lo amó durante doce años. Incluso cuando quedó embarazada inesperadamente, se casó con él y se convirtió en su esposa, aun cuando él la humilló sin límites, aun cuando la hirió una y otra vez, ella seguía preocupándose por él, incapaz de permitir que sufriera lo más mínimo. Pero él hacía tiempo que había olvidado a la niña que ella fue. Durante estos tres años de matrimonio, jamás logró calentar su corazón. Alejandro tomó la copa de vino tinto a su lado, agitándola suavemente entre sus dedos; habló con calma, sin prisa: —María, yo nunca dije que fuera a abandonarte. Quien fue a pedir el divorcio a abuelo Diego fuiste tú, ¿entendido? —Tú me drogaste, te quedaste embarazada en secreto y subiste de posición usando al niño. ¿Tres años de vida de lujo y comodidad... no fueron suficientes para ti? Al oír sus acusaciones, cada respiro de María se llenó de desesperación. Más de una vez le había explicado que aquella noche no había sido ella quien lo drogó. Ella había irrumpido en aquella suite del hotel porque temía por su seguridad y, por accidente, terminó siendo su antídoto. Pero él no le creyó. Hoy, al verlo en el sofá, entrelazando los dedos con Carmen, María comprendió algo. La razón por la que él no la amaba no tenía nada que ver con su gran amor perdido. Simplemente no la amaba a ella. Doce años de amor, tres años de matrimonio... Ella, al final, se rindió. De todos modos, en siete días su cerebro recibiría el implante del chip. Si tenía éxito, sería la primera autoridad de la comunidad científica. Si fracasaba, su vida terminaría en la mesa de operaciones. Terminar antes con Alejandro... también estaba bien. María, con voz rota, dijo: —De acuerdo. Yo misma pediré el divorcio.
Previous Chapter
1/80Next Chapter

© Webfic, All rights reserved

DIANZHONG TECHNOLOGY SINGAPORE PTE. LTD.