Capítulo 8

Freya Todo continuó de forma normal después de que el grupo de Cameron se fue y pude respirar con tranquilidad cuando me di cuenta de que se acababa mi turno. Finalmente podría ir a casa y descansar, ya ni siquiera quería comer, solamente dormir. Me quité el uniforme y lo guarde con cuidado dentro de mi casillero. Todavía me podía servir para un día más, pero mañana definitivamente tenía que lavarlo. Salí del cambiador para encontrarme con Roger.  —¿Qué pasó? —le pregunté al notar su expresión.  —Uno de los chicos de tu escuela se quejó de tu comportamiento, lo siento, tendré que tomar medidas disciplinarias.  Mi estómago se cayó hasta el suelo, no me sorprendía que se hubieran quejado, después de todo sabía que era imposible que se hubieran ido callados después de lo que les había dicho. Sin embargo, no sabía que me castigarían por ello, ¿qué haría? ¿Me quedaría dinero? ¡Tenía una deuda de tres cientos dólares que pagar! —No me mires de esa manera, no he matado a tu hámster —gruño mientras suspiraba—. No te puedes llevar ninguna de las sobras esta noche, ¿está bien?  —Gracias, quiero decir, ¡lo siento! Nunca volveré a hacerlo —asentí rápidamente, aliviada de que no me quitaran nada de dinero.  Roger no me dijo nada más y se fue a su oficina. Julian me estaba esperando con su mochila preparada, pero lo que más me sorprendió fue la gran sonrisa con la que me estaba esperando para irnos.  —¿Pasó algo? —le pregunté una vez estuvimos afuera con curiosidad—. Te veo muy feliz.  —¡El tío Roger me dio fideos hoy! ¡Un montón! ¡Me dijo que alguien había cancelado una orden así que podía comerlo! —me informó Julian saltando de arriba abajo. Me detuvo en seco.  No había habido ninguna orden cancelada, usualmente Roger se encargaba de ellas directamente y no lo había visto en todo el día salir de su oficina. Lo que significaba que no había sido tan cruel como me había hecho creer si se había asegurado de alimentar a mi hermanito mientras trabajaba.  —¿Estaba rico? —le pregunté con la voz gruesa por las emociones—. ¿Te lo terminaste todo?  —Sí —respondió entre risas—. Me lo comí todo, estaba muy rico. El tío Roger me dijo que también te daría un poco después, ¿qué tal estuvo?  —Estuvo muy rico —le mentí con una sonrisa. A pesar de los malos momentos, habíamos terminado el día de buena forma. Continuamos caminando sin saber que estábamos siendo seguidos.  * Cameron —Derek, hoy te pasaste —le dijo Sarah con severidad—. No puedes volver a hacerlo.  —Lo siento —respondió este bajando la cabeza escondiendo sus ojos con su cabello. Sabía que era un acto, no lo sentía, pero no quería que nos quejáramos con el líder.  —Vámonos —ordené, me levanté y salí del restaurante con todos detrás mío a excepción de Derek que se quedó hablando por un largo tiempo con uno de los meseros.  —De nuevo causando problemas —dijo con exasperación Alex—.  Realmente tenemos que reportarlo.  —¿Para qué? —preguntó Trisha con el ceño fruncido—. Solamente estaba molestando a una humana, no es como si hubiera roto alguna de las reglas de la manada.  —Además —añadió Cindy con una sonrisa maligna—. La vimos entrando con un niño de la mano, al parecer la señorita no es tan buena como creíamos.  —Chicas, así no es cómo hablamos de las personas —les reprendió Sarah mordazmente—. Sus problemas no son menos solamente porque son humanos.  —Pero... —Alex —dije en voz alta para detenerlas—, lleva a todos de vuelta a la mansión. Me quedaré con Sarah.  —Claro —respondió este mientras sacaba las llaves y los llevaba al estacionamiento.  —¿Estás seguro de que es ella? —me preguntó Sarah una vez nos quedamos solos asegurándose de que estuviéramos fuera del rango auditivo de los demás—. ¿Pudiste controlarte mejor hoy?  —No tengo idea, su esencia me dice que puede ser mi compañera, pero...  —¿No quieres que sea ella? —me preguntó mientras me apretaba la nariz de la frustración. Asentí con la cabeza—. Entiendo, es una humana y no sabe lo que somos.  —¿Crees que esa es la única razón? —le devolví con brusquedad—. ¿La has visto? Parece un fantasma, ¿por qué no pudiste haber sido tú?  —¿Yo? —se rio delicadamente la joven, llamando la atención de todos a nuestro alrededor—. Eso hubiera sido demasiado fácil, Cam, además nos conocemos de toda la vida, somos prácticamente hermanos.  —Pudimos haber sido compañeros —refunfuñé, sin perder la esperanza—. Todavía podemos serlo, Sarah, ¿qué pasa si mis instintos están mal? ¿Qué pasa si es un fallo antes de que cumpla dieciocho?