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Capítulo 1165

Frank permaneció en silencio, claramente asintiendo. —¡Eres un hombre desvergonzado! —Apretando los dientes con rabia, Lucille avanzó tres pasos, sin importarle que sus heridas se agravaran o que pudiera lastimar a Frank en el proceso. En su enojo, se dispuso a correr hacia la puerta principal de la mansión, con el objetivo de golpear a cualquiera que se atreviera a bloquear su camino. Los miembros de la comitiva se agolparon rápidamente alrededor de la puerta de hierro, absorbiendo sus puñetazos y patadas sin tomar represalias. Frank entonces dio un paso adelante, sometiendo fácilmente a Lucille. De repente, Lucille sintió un agudo pinchazo en el cuello, clara señal de que le estaban inyectando lentamente un sedante transparente. El mareo la invadió instantáneamente. La mirada de Frank se suavizó y susurró tranquilizadoramente: "Relájate y duerme bien. Cuando te hayas recuperado por completo, prepararé nuestra boda". ¡Las pupilas de Lucille se agrandaron y sintió que una furia asesina la invadía! Se esforzó por dejar una marca mordiendo con fuerza la muñeca de Frank con todas sus fuerzas, pero el sedante ya había hecho efecto. Se quedó sin fuerzas y se desplomó. Frank la tomó en sus brazos y comenzó a caminar hacia la mansión. Al ver esto, los sirvientes dispersos por el patio bajaron la cabeza respetuosamente, alineándose a ambos lados del camino. Lucille, acunada en los brazos de Frank, intentó mover los dedos, pero se encontró incapaz de reunir la fuerza suficiente para levantar la mano. Parecía que toda su energía se había agotado. "¿Qué me inyectaste?" —Lucille preguntó con voz tensa. Frank la colocó sobre la cama, le dio un delicado beso en la frente y le respondió con tono tranquilizador: "No te preocupes, la inyección no tiene efectos secundarios. Solo te hará sentir fatigada y somnolienta". Lucille no pudo decir nada. Ni siquiera le quedaban fuerzas para maldecir. Sus párpados luchaban por mantenerse abiertos. Sin embargo, finalmente sucumbió a un sueño profundo. En los días siguientes, Frank le administró esta inyección particular a Lucille todos los días. Cada vez que Lucille se despertaba, se quedaba sin energía. Incluso para comer, Frank tenía que darle de comer con cuchara. Al principio, Lucille se negaba a comer. Prefería morir de hambre mientras miraba desafiante a Frank, mostrando su ira y descontento. Sin embargo, pronto descubrió que esta táctica era inútil. Este loco, Frank, preferiría inyectarle suplementos nutricionales antes que dejarla ir. A partir de ese momento, Lucille se volvió más sabia. Conseguir que Frank la liberara voluntariamente parecía imposible. Su única opción actual era la autopreservación. Cuando se despertó, Lucille no discutió, no hizo ruido ni hizo berrinches. Comía lo que le ofrecían y, en tan solo diez días, la mayoría de sus heridas se curaron. Su cuerpo, inicialmente frágil, había adquirido un color y una forma saludables. Para escapar y resistir se necesitaría, por supuesto, un cuerpo que funcione bien. Frank estaba muy consciente de las intenciones de Lucille, pero no le dio mucha importancia. En cambio, se alegró de que Lucille cooperara y se concentrara en su recuperación. Pasó medio mes y las heridas de Lucille estaban casi curadas por completo. Mientras no sucediera nada drástico, ella estaría bien. Ese día, la doctora vino a administrarle los medicamentos a Lucille como de costumbre. Frank se quedó atrás y no se fue. La doctora dudó por un momento. Lucille apretó los dientes. —Frank, ¿puedes salir? ¿Cómo pudo Lucille mantener su buen humor inicial después de estar confinada durante tanto tiempo? ¡Si no fuera por las inyecciones diarias, preferiría morder a Frank, ese bastardo, hasta matarlo! Frank esbozó una leve sonrisa y sus ojos profundos ocultaron sus pensamientos. Miró a la doctora y le ordenó con calma: "Simplemente haz tu trabajo".

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