Capítulo 20

—Desde el momento en que Andrea murió, yo ya era un hombre condenado; el hecho de haber seguido con vida hasta ahora fue solo por aferrarme a los deseos que Andrea tenía en vida. No insistan más, ya lo he decidido. —Cuando yo muera, les pido, por favor, que coloquen juntas las fotos funerarias de nuestras dos familias, que me lleven a incinerar y a entierren mis cenizas, junto a este amuleto. Cuando todo haya terminado, cada uno de ustedes podrá recibir el tres por ciento de las acciones de la familia Castro. —El resto de mis bienes serán donados a la sociedad a nombre mío, de Andrea y de Simón; todos los bienes de la familia Romero serán donados a la sociedad a nombre de Andrea y Yolanda. Después de anunciar esto, él se acercó a los retratos funerarios de Manuel y Julia, se arrodilló y realizó tres reverencias, rindiéndoles homenaje en silencio. Finalmente, se detuvo frente a su propio retrato, dispuesto a recibir las ofrendas de todos los presentes. —Lorenzo, espero que en tu próxima