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Capítulo 5

Tres días después, Antonia realizó los trámites de alta y se preparó para regresar a casa. Por primera vez, Enrique la esperó en la puerta y tomó la iniciativa de cargar con su equipaje. —Hoy tengo el día libre, no hay trabajo. Quiero llevarte a pasear un rato. Antonia se quedó atónita por un instante. Durante todos los años de matrimonio, Enrique nunca le había propuesto salir juntos. Aunque ella siempre preparaba el itinerario con antelación, se maquillaba con esmero y elegía el restaurante de acuerdo a sus gustos, Enrique siempre encontraba alguna excusa ya fuera trabajo, horas extra o viajes de negocios para rechazarla amablemente. No sabía por qué, de repente, Enrique quería ir de compras ese día. ¿Sería solo un impulso momentáneo? ¿O quizá sentía remordimiento por haberla dejado herida en el restaurante y ahora quería compensarla? ¿Alguien como él sería capaz de sentir culpa? Enrique, ajeno a los pensamientos de Antonia, la llevó al centro comercial y entró en una joyería. Sin dudarlo, eligió varios collares de diamantes y pidió al vendedor que se los mostrara uno a uno para que Antonia los probara. La vendedora, con una sonrisa radiante, le ayudó a probarse cada joya y no dejaba de elogiarla. —Este caballero tiene un gusto excelente. Este modelo, Brillo Eterno, es la joya más valiosa de la tienda. Luce perfecto en el cuello de la señorita, realza por completo su elegancia. —Esta señorita es realmente afortunada, tiene un esposo tan atento que incluso la ayuda a elegir. Se nota que la relación entre ustedes es muy armoniosa. A pesar de los elogios, Enrique mantenía su habitual semblante frío. Antonia bajó la mirada y contempló el collar en su cuello. En otra época, habría estado feliz de recibir esos regalos, pero ahora solo sentía que llevarlos a casa era innecesario. —No tienes que comprarme nada, no me gustan las joyas... Sin embargo, Enrique pareció no escucharla. Cuando eligió el collar, sacó su tarjeta y pagó directamente. Después de que la vendedora terminó de empaquetar el regalo y se lo entregó, él se volvió hacia Antonia con voz indiferente. —Sé que no te gustan. Es solo que hoy es el cumpleaños de Carolina y este es el regalo que le daré. Quería asegurarme de no equivocarme, así que te pedí que lo probaras. Al escuchar esto, el corazón de Antonia se estremeció con fuerza. Así que el motivo de la salida no era la culpa ni el deseo de hacerle compañía, sino simplemente encontrar el regalo perfecto para Carolina. Desde el principio, ella solo había sido una herramienta más. Después, Enrique le dijo que Carolina también la había invitado a su fiesta de cumpleaños y la llevó directamente a un club. Al abrir la puerta del salón privado y ver a Carolina, el habitual rostro frío de Enrique mostró una leve y casi imperceptible sonrisa. Le entregó el regalo y le deseó feliz cumpleaños a Carolina. Los amigos de Carolina se acercaron, ansiosos por abrir el regalo. Al ver el lujoso y resplandeciente collar de gemas, varias chicas gritaron emocionadas. —¡Un collar tan caro y simplemente lo regalas así! Ni lo piensas dos veces, Enrique, ¡definitivamente la consientes demasiado! No es casualidad que ustedes dos sean la pareja número uno en el ranking de la Universidad Autónoma de Santa Lucía. Entre exclamaciones y halagos, muchos viejos compañeros empezaron a recordar historias de la universidad y la conversación se animó. —¿Se acuerdan de cuando Carolina se torció el tobillo? Enrique la llevaba a clases todos los días en la espalda, y todos los compañeros que los veían, los molestaban. ¡Fue la primera vez que vi a ese chico serio y reservado ponerse tan rojo de vergüenza! —Y en esa época en que se puso de moda que los chicos tejieran bufandas para sus novias. Todas recibimos una y, con una simple insinuación, Enrique pasó una semana entera aprendiendo y tejiendo una para regalársela a Carolina. —Lo que más recuerdo es cuando un tipo intentó cortejar a Carolina y, al ser rechazado, se enfureció y la difamó. Enrique, uno de los mejores estudiantes de Derecho, rompió las reglas por primera vez y se peleó con ese tipo. ¡Eso sí que fue satisfactorio!

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